15 de abril de 2008

El congreso de Atapuerca

Hace varios millones de años, un grupo de Neandertales que vivían en la provincia de Cuenca se reunieron para organizarse. Todos tenían problemas parecidos, y por tanto a todos les interesaba buscar alguna solución. Pensaron que quizá compartiendo sus experiencias podrían encontrar soluciones; hasta entonces cada uno había tratado de encontrarlas por separado, sin éxito. La caza escaseaba, la pesca requería grandes desplazamientos, y su transporte hacía que se pudriera antes de consumirla, el consumo de frutos del bosque a veces les producía severos trastornos intestinales, e incluso la muerte, etc. Para sobrevivir, había que tener en cuenta cada vez más cosas, cosas que tenían que ver con la climatología, con la fauna, con la flora, con todo lo que rodeaba su pequeña comunidad. Y todas esas cosas se transmitían de generación en generación por el único método eficaz que funcionaba de forma natural: la imitación. Los hijos aprendían de sus padres. Con el tiempo, cada una de estas pequeñas comunidades, gracias a la imitación y al estudio cotidiano de su medio, fueron aprendiendo más cosas, y esto hizo que cada grupo tuviera cada vez más conocimientos de su medio (ellos no sabían que, millones de años después, todas esas cosas que aprendían de sus padres los Homo Sapiens lo llamaríamos Conocimiento del Medio). Y aunque la imitación funcionaba razonablemente bien, tenía una pega: los hijos sólo podían aprender lo que veían y escuchaban de sus padres. Había, por tanto, comunidades especializadas en pescar, otras en cazar pequeños mamíferos, otras muy versadas en hierbas y frutos, otras que sabían construir viviendas confortables (en lo que ahora es Seseña), otras conocían multitud de hierbas, tubérculos y raíces que mitigaban sus problemas de salud...

En aquella primera reunión en Cuenca decidieron dos cosas importantes: comenzar a comercializar sus productos. Volverían todos los meses allí, y cada pequeña comunidad tendría un espacio -un stand- para exponer todo aquello que quisiera intercambiar: caza, pesca, hierbas medicinales, etc.

Fue todo un éxito. A partir de entonces los conocimientos del medio ya no se limitaban a su pequeño entorno, sino que conocían muchas más cosas que quedaban muy lejos. Conocían el mar, aunque muchos de ellos no lo habían visto.

Y en aquel congreso decidieron también que habría dos cosas con las que nunca comerciarían: la educación y la sanidad. Surgieron entonces dos nuevos empleos: los médicos y los maestros. Ellos no cazarían ni pescarían; unos y otros se dedicarían a cuidar de la salud del resto, y a enseñar a los pequeños neandertales los fundamentos básicos de la vida en comunidad. Acababa de nacer, en aquel gran salón de Atapuerca, el servicio público.

Lo sé porque tengo un amigo Neandertal que me lo ha contado.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu amigo, te habra contado también que como el servicio público no genera riqueza, hay que pagarlo con los impuestos de los otros, y si estos se gestionan mal pues habra deficit en sanidad, en educación, en cultura, etc..
aunque el mayor problema que tenemos en un pueblo lejano a su capital de provincia, como éste y encima pequeño y que dá pocos votos a los partidos políticos sean del signo que sean, es que nos tienen completamente olvidados.

Irreverens dijo...

ejem... acabas de confirmarme lo que ya me temía: que estamos más atrasados que los Neandertales.

Anónimo dijo...

N-e-a-n-d-e-r-t-a-l-e-s

Anónimo dijo...

Invitaría a una merendola a tu amigo neandertal y a ti sin ninguna duda. (Sí, a Ache también, eso ni se pregunta).