7 de junio de 2015

Sin carteles

En un cuento que escribí hace muchos años, titulado "Lo que había después", hablaba sobre los carteles. Es una relato autobiográfico, —uno, que tiene sus limitaciones, sueña con poder escribir algo que no sea autobiográfico…—, y cuenta cosas relacionadas con mi costumbre, que aún conservo intacta, de leer todos los carteles, publicitarios o no, que me encuentro. Bien es verdad que viviendo y trabajando en una zona rural, como es mi caso, los carteles con los que te puedes encontrar tampoco son muchos, pero eso no tiene nada que ver. Desde niño, cuando iba de Usera a la Glorieta Luca de Tena en autobús (el 47, ignoro si sigue siendo el mismo), leía todos los carteles, absolutamente todos. Podría mencionar algunos que recuerdo (la mayoría se mencionan en el cuento), como, por ejemplo en el metro, un cartel precioso, hecho de chapa y con las letras en relieve, que decía "Queda terminantemente prohibido fumar o llevar el cigarrillo encendido". Siempre he pensado que alguien, viajando en el metro antes de la existencia del cartel, y con el cigarrillo encendido, habría dicho en algún momento que "no estaba fumando". Sólo así se entendía el texto íntegro del cartel. O aquellos de una zapatería de Marcelo Usera que decía "No compre aquí, vendemos muy caro", lo que para mí fue el descubrimiento de la publicidad.

Siempre he leído los carteles, y sigo haciéndolo. Desde años, colecciono fotos hechas con el móvil de carteles que me encuentro. Un cartel para mí, quizá convendría haberlo explicado antes, es cualquier trozo de papel, hierro, madera, cartón, etc. con un texto que alguien ha hecho para que alguien lo lea. Tan sencillo como eso. Luego, a medida que pasa el tiempo, y vas acumulando experiencia como lector de carteles, desarrollas muy rápidamente tu capacidad para distinguir, a simple vista, el tipo de cartel con el que te encuentras, y dependiendo de muchos factores que ahora no voy a detallar, decides si acercarte o no, si te detienes a leerlo, o no. Una decisión única, muy personal, que tiene mucho valor, porque en la galaxia de carteles de internet, tu capacidad para elegir te lleva al límite.

Se acerca el verano, y las orillas del Burguillo se llenan de bañistas. Zonas de libre acceso, donde equipado con una sombrilla y una nevera portátil, puedes pasar un gran día por poco dinero. Zonas con pequeñas playas, donde el acceso al agua es suave, y de arena.

Olvidad los carteles. Dejad de ensuciar las rocas pintando en ellas con spray negro "No tirar basura". De la misma manera que voluntarios de Galicia han salido este fin de semana a limpiar sus playas, los vecinos del Burguillo deberíamos hacer lo mismo. Vamos a limpiarlo entre todos. No se me ocurre mejor plan para una mañana de sábado: un grupo de gente que se ponga de acuerdo para usar su tiempo libre y limpiar de basura el pantano.

Creedme, no deberíamos poner ningún cartel. Tenemos que mantenerlo limpio, es nuestra única oportunidad. Sin carteles.