13 de julio de 2016

Mensaje de un aladroque

— Gobierno de Murcia, Gobierno de Murcia, Gobierno de Murcia, ¿me recibe?, cambio.
— Aquí gobierno de Murcia, adelante, cambio.
— Aquí el Pepita de Oro, navegando entre la Perdiguera y el Barón. Se ha levantado un fuerte leveche, así que imagino que ahí fuera, al otro lado del Tomás Maestre, la cosa se estará poniendo difícil, cambio.
— A ver, Pepita de Oro, este canal es para emergencias, le ruego lo deje libre si no es una emergencia. Repito, este canal es sólo para emergencias. Cambio, y quedo a la escucha.

Esto es un mensaje de auxilio, una emergencia. Gobierno de Murcia, el Mar Menor se muere. Ya sabemos todos que estaba muy malito hace años, pero ahora se muere. Su responsabilidad, como gobierno autónomo de esta región, es proteger su tierra: el interior y la costa. La tierra murciana.

La primera noción que tengo de ser nacionalista, no es de Usera, donde nací, ni siquiera es de Madrid. Es de Cartagena. Desde que tengo uso de razón, he convivido con cartageneros y murcianos, y yo no tuve elección. Mi familia es aladroque, Los Nietos son —eran—aladroques, yo soy aladroque, en todos los significados de la palabra.


Durante este mismo mes de julio, pero en el 2006, se me ocurrió crear un blog, para escribir lo que se me fuera ocurriendo. Lo llamé así, Mújoles de la encañizá (sé que es un título difícil, la primera esdrújula y la última aguda), pero ya conté en su momento que eso fue lo primero que escuché. Pescadores vendiendo puerta a puerta sus capturas: mújoles que quedaban atrapados en unas trampas hechas de cañas en La Manga. Sí, mucho antes de que existiera el Entremares.

No sé cuál puede ser la solución, ojalá lo supiera. Hace diez años, cuando ya el número de medusas era muy preocupante, una chica muy amable del Museo de Cabo de Palos, me explicó que el problema venía de las filtraciones de la huerta. La huerta murciana. La que da de comer a todos los murcianos: a los aladroques, y a los barrigas verdes.

Sólo entre todos nosotros, y me refiero a todos los partidos políticos, podemos intentar lograr una solución de emergencia. Una solución urgente, por muy extrema que sea. Hay que ponerse de acuerdo en eso.

Esta es la primera canción que aprendí, y que cantaba desde que íbamos por Ocaña, hasta que al fin llegábamos a Los Nietos, siete horas después.

Este mar que nos baña,
rinconcito de España,
yo quisiera tener,
y guardarlo en silencio,
muy dentro de mi alma,
para estar siempre con él.

En sus cálidas aguas
se ha bañado la luna,
los luceros y el sol.
Te aseguro que no hay en el mundo
lugar más hermoso que este mar menor,
te aseguro que no hay en el mundo
lugar más hermoso que este mar menor.


Por favor, hagan algo. Ni por lo más remoto pensé entonces que aquello era una advertencia: guardarlo en silencio, muy dentro de mi alma, para estar siempre con él.

Aquí Pepita de Oro, cambio y corto.