16 de octubre de 2012

Google y Apple maps

Solo tengo un alumno que me pregunta todos los días si he escrito en mi blog. Pero solo por un alumno merece la pena hacer el esfuerzo. Tengo un lector. Así que aquí estoy, escribiendo el día del fallo del Premio Planeta. Un año más que me quedo sin recibirlo, y sin merecerlo.

La tristeza

Hay una cosa que no viene en el libro de Cono, en la unidad de la que tenemos el examen el próximo jueves: la reproducción humana. Cuando en el libro se menciona que en la pubertad comienza a aparecer vello en las axilas y todo eso, también hay una cosa que sucede, tanto a los chicos como a las chicas: a veces nos ponemos tristes. Y no solo eso, sino que a veces, solo a veces, nos ponemos tristes aposta. Eso no lo pone en el libro, pero lo sé yo, porque me acuerdo. Lo sé por propia experiencia.

Coincidía normalmente con la llegada del otoño, con el campo de fútbol lleno de hojas, cuando las chaquetas se olvidan en el colegio porque por las mañanas hace frío y por las tardes calor. Era en esa época donde los nombres de los amigos que habíamos conocido durante el verano empezaban a desaparecer de nuestra memoria, de nuestro disco duro. Se te olvidaban algunos nombres y caras, pero tenías muy presente alguna cara, y algún nombre. Aunque no volvieras a verla hasta el verano siguiente.

Comenzabas a darte cuenta de que es precisamente en el verano cuando de verdad aprendes las cosas importantes, no en el cole. Las cosas verdaderamente importantes para la vida ocurren siempre durante el verano, no se trata solo de lamentarse del colegio. En el colegio aprendes lo de los sinónimos, lo del cigoto, o lo de I don't like mushrooms. Y durante el verano aprendes a vivir.

Yo siempre me ponía, y aún lo hago (cuando estoy solo), una canción, para estar más triste aún. Me la ponía aposta. Era una canción que había conseguido traducir, que decía "Tienes un amigo". Ya la conocéis, porque la cantamos en el Festival de Navidad del año pasado. Esa de "Winter, Spring, Summer or Fall, all you have to do is call..."

Y miraba al globo terráqueo, buscaba el Océano Pacífico, y navegaba hacia alguna isla desierta. Mi dedo seguía lentamente el rumbo, por los cuarenta rugientes. Yo iba firme al timón, dispuesto a ser el primero en pisar aquella remota isla. Nada más llegar, construiría una cabaña de troncos, y nadaría junto a los delfines durante todo el día. Me alimentaría de cocos, y de peces. Principalmente de salmonetes. La llamaría la Isla del Barón-Varón. Como Bora-Bora.

El caso es que a veces, te pones triste. Y a veces sin saber por qué.