29 de enero de 2017

Y tú, ¿de quién eres?

Eso era lo que preguntaban —y  me siguen preguntando— algunas personas cuando visito el pueblo de mi mujer.  Hace años que aprendí a contestar: "yo soy trapero", puesto que ese es el mote, o el apellido, que da nombre a una casa. A una casa del pueblo.

Todos, de una manera o de otra, sentimos la necesidad de conocer a otras personas, de saber de quién son. Si esta necesidad, que la hemos tenido siempre, la trasladamos a nuestros días, a los días de las redes sociales, vemos que las cosas son más o menos lo mismo, solo que mucho más grandes.

Yo no tengo Twitter (bueno, sí tengo, pero no lo uso), ni mucho menos Facebook (odio facebook), pero sí leo -y de vez en cuando escribo- en internet. Y creo que los que escribimos en internet, que somos muchos, somos la mayoría. La minoría es la que ha sido siempre. Desde que el mundo es mundo. Quieren llamar la atención, y por eso gritan, e insultan, pero son muy pocos.

Hay cosas, muy pocas, que nos definen como seres humanos. Y todas ellas son irrenunciables. No hay otra forma de decir de quién eres. Yo soy de un sitio donde si maltratas a las mujeres eres un cobarde. En mi pueblo, —que es Madrid— no se le impide la entrada a los extranjeros. En mi pueblo se respetan otras lenguas, y hacemos un gran esfuerzo por aprenderlas. En mi pueblo conocemos nuestra historia, y hacemos todo lo que podemos por no cometer los mismos errores. En mi pueblo la tortura es un delito.

No pasa nada por decirlo. Es más, mal que les pese a los malintencionados de Twitter, conviene que lo digamos, porque somos la mayoría en todo el planeta.

14 de enero de 2017

Stephen Hawking y The Galaxy Song

Hace muchos años que me llamó la atención este señor. Compré su libro, y juro que traté de leerlo, pero fue inútil, no entendía nada. Aún así, no me importó, porque yo ya sabía que no lo iba a entender; yo solo quería tener su libro. Algunas personas, muy pocas, tienen el libro firmado. Él los firma mojando su dedo en tinta y dejando su huella dactilar.

También leí hace años que la gente que se dedica a la tecnología —a los que admiro y envidio—, le han propuesto mejorar su voz, y hacerla más humana. Él sigue contestando que no, que con esa voz liga un montón, y por eso hay tantas chicas siempre escuchándole.

Me encanta verle contanto chistes sobre los agujeros negros y los calcetines. Siempre me han llamado mucho la atención las personas con sentido del humor. Un humor que yo no sé definirlo, pero que me hace conectar con ellas a otro nivel, en otra galaxia.

A Steven Hawking le debo mucho, aunque no entienda su libro. Gracias a él, y solo a él, tengo ya hace años una respuesta preparada si algún día alguien me pregunta si creo en Dios: yo creo en Stephen Hawking. Así de simple.

Bien, pues vayamos ahora al otro plano: lo de la canción de la galaxia. La primera vez que la escuché no la disfruté tanto, porque la vi dentro de la película. Cuando comencé a incluirla en mi lista de canciones preferidas lo hice porque me encantó la letra. Para mí las letras de las canciones son las canciones (pero con la música). La letra de The Galaxy Song, es como las tablas de multiplicar, todo el mundo debería aprender cantando, hasta aprenderlo de memoria.

Hace pocos años, tratando de pensar qué canción me gustaría cantar en el Festival Familiar de Nochevieja, la elegí. Traté de cantarla lo mejor posible, pero es mejor que busquéis por ahí vosotros si queréis escucharla. Hay mucha gente en internet que la ha dejado gradada, con guitarra, a dúo, al piano... Basta con escribir en Youtube "galaxy song cover".

Y aquel día, buscando versiones, me encontré al señor Hawking cantándola. Buscad el video, veréis. Una maravilla de ser humano.

4 de enero de 2017

El sueldo del maestro

Buenas. Feliz año. No os escrito desde que nació mi nieta; supongo que por dos razones, porque he estado atento a otras cosas, y porque no tenía nada que deciros. Ademas, yo sólo escribo en vacaciones. Siempre me acuerdo de lo que decía Javier Krahe cuando le preguntaban por qué no daba conciertos en verano: "yo no trabajo en verano".

Pues hoy me ha dado por hablar del sueldo del maestro, incluido todo, las vacaciones de maestro también. Pero tranquilos, esto no va del rollo "ganas menos que un maestro de escuela" ó "¡qué bien viven los maestros!" (ambas frases las escuchamos los maestros con frecuencia). Cuando ya estoy más cerca de la edad de jubilarme que de cuando empecé, y teniendo en cuenta los veinte años que me pasé fuera del cuerpo —me encanta esta expresión, siempre la uso cuando cuento mi historia—, he llegado a ciertas conclusiones, o al menos a adoptar un criterio propio, al respecto del sueldo de los maestros de la pública (que se dividen entre interinos y funcionarios).

En la nómina, hay conceptos que no salen reflejados, porque son cosas de Photoshop, no de Excel. Los maestros, —me niego a escribir "los maestros y las maestras"; como dice mi compañero, yo tampoco tendría ningún problema en escribir las maestras, si todo el mundo me entendiera—, funcionamos casi todos por un mecanismo conocido como "hago lo que puedo, pero nunca es suficiente." Supongo que eso es lo que nos mantiene atentos y concentrados. Lamentablemente, nunca es suficiente se traduce, con los años, en "y además, nunca lo sabrás".

Quizá un día cualquiera vendrá a saludarte una antigua alumna. Ese día, te irás a casa tan contento, porque, aunque sea sólo muy de vez en cuando, sabes que aquella vez sí fue suficiente.

El reconocimiento no es una moneda. Forma parte de otro universo.  Es el sueldo del maestro.

Sólo somos finalistas, no quiero hablar de eso.