28 de febrero de 2008

El flecha de Teruel

Esta mañana ha venido una especialista de animación a la lectura, una profesional del tema, no como yo. Hemos juntado las tres clases para poder asistir a su sesión (los de sexto... y las dos clases de quinto), y hemos escuchado su charla con un nivel de atención aceptable. Aceptable ya es mucho, aunque no sé qué pensará ella, porque no he tenido oportunidad de preguntárselo. Sólo he podido decir "gracias" y "adiós". Cuando estás pendiente de que toda tu clase no sea la que más jaleo arme al entrar o salir de un aula, en la que están muchos más niños, no tienes ni un segundo. Ni uno. Por no sé qué extraño elemento competitivo, me daba cierto miedo que le preguntaran a mis alumnos; era como si el que fuera a quedar mal fuese yo, y no ellos. Pero, ante una de las preguntas de Ana -así nos ha dicho que se llamaba-, he visto por el rabillo del ojo -como aquel famoso árbitro de fútbol- a Oualid con la mano levantada. Ni más ni menos que Oualid. En fin, he mirado para otro lado, con la débil esperanza de que no le viera nadie... pero le han visto:

Ana (la animadora-a-la-lectura):
- ... y, al abrir un libro, uno puede llegar a sentir muchas cosas, cosas muy diferentes, muchas cosas... A ver, ¿alguien quiere ponerme un ejemplo?

Uno de los de sexto:
- Aburrimiento

Ana:
- Bien. Es verdad. Como cuando tienes un cd, pero sólo te gustan dos canciones, ¿verdad?
(punto para la animadora)

- ¿Y tú? ¿Cómo te llamas?

Oualid:
- Oualid.

Ana:
(incapaz, como yo al principio, de repetir el nombre)
- Muy bien, ¿y tú, qué puedes llegar a sentir cuando abres un libro?

Oualid:
- Llorar.

Ana:
- Muy bien, claro que sí. Se puede llorar con un libro.

(La charla ha seguido, y yo he respirado tranquilo).

Y, claro, me viene a la cabeza la discusión de siempre. Las historias para niños (o la literatura para niños), ¿deben ser tragedia o comedia?. A mí, particularmente, siempre me han gustado las historias tristes. No sé si por mi condición de culpable nato, o por masoquista (que también podría ser). O, simplemente, porque no tuve la suerte de escuchar o leer otras... a la edad de mis alumnos.

Lista de las cosas más tristes:
(en corto orden cronológico)

1) Cuando mi madre me contaba la historia del Flecha de Teruel.

2) Cuando la pobre mamá Dumbo, alargando al máximo la trompa a través de la reja, no podía acariciar a su pobre hijo.

3) Cuando Oliver Twist duerme la primera noche en aquel agujero de Londres. Y el tío ese tan malo que luego, cuando fui mayor, volví a ver en la portada de Aqualung.

4) La canción El canario, de Jorge Cafrune y Marito. "En lenta y triste agonía, su fiel canario moría, sin comprender la razóoooon..."

5) Luis Enrique, con la nariz ensangrentada por aquel codazo impune -y eso sí que quedó impune- y mi hijo llorando.

6) Las demás, ya me las reservo.

Ah, una última cosa. El Príncipe Feliz, aquel cuento de Oscar Wilde por el que me dieron el premio, es también una historia triste.

27 de febrero de 2008

Hacer pellas

Para futuros maestros:

Uno no se puede permitir hacer reír a los niños. Además de ser un recurso fácil -muy fácil-, pierdes el tiempo en un programa apretado de adquisición de conocimientos (conocimientos, habilidades y destrezas, como se dice en el argot magisteril). Casi siempre, lo que resulta fácil no es interesante, o no es conveniente, o no es aprovechable, o no es bueno. Una sola sesión en la que, por poner un ejemplo, te tires el rollo y juegues con ellos al fútbol en vez de dar Cono, puede suponerte luego semanas extras de trabajo. ¿Por qué? Porque sencillamente, quieras o no quieras, no eres su amigo; ni siquiera eres un colega, aunque quizá os gustaría serlo. Y te cuesta mucho esfuerzo volver a la disciplina necesaria. (Uff, disciplina necesaria). También quizá otro día se te puede ocurrir usar la sesión entera de Lengua para leer, sólo para leer, en vez de continuar con el programa de adquisición de conocimientos, y habilidades, y destrezas. Y encima un periódico escrito por ellos, con errores comprensibles de redacción. (En vez de leer, por ejemplo, a Julio Cortázar).

De todas formas, si un día lo hacéis (convendría que fuera al final de curso), aprovechad vosotros también. El sueldo es una mierda, pero ese día decides tú ser el jefe. El jefe de verdad. Y ese día haces, por fin, unas pellas pagadas por el Estado.

Cuando era pequeño... a la edad de mis alumnos... lo que más me gustaba del Parque de Atracciones de Madrid -y curiosamente lo más barato- eran Los Espejos y El Laberinto.

Hoy, a la hora de Lengua, hemos estado leyendo en papel nuestro 4º número de El Correo de Cadalso (ya maquetado y fotocopiado). He sacado el IMovie y los he grabado a todos leyendo. Lo han hecho genial -mucho mejor que cuando no grabo- y luego hemos visto -y escuchado- el video.

Como era mi cumpleaños -otra vez la mesa llena de regalos. Otra vez. Otra vez el cartel de "Felicidades" en la pizarra. Otra vez todos "escondidos" detrás de la puerta-, me he tirado el rollo. Nos lo hemos pasado tan bien, que nos ha tenido que llamar la atención el profe de al lado. (Le he pedido disculpas después).

He sacado el Photo Booth del mac, y nos hemos puesto a jugar con los efectos. He tenido que dejar que Luisa fuera al baño. Se meaba -literalmente- de la risa.

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Madres, padres, gracias. Me da nucha vergüenza. Intenté evitarlo, pero han insistido. Lo que más me ha gustado ha sido el libro. Las obras completas de Julio Cortázar. No lo tenía, y me encanta.

25 de febrero de 2008

Mi amigo Fernando

Can you hear the drums, Fernando?

Hace muchos años que no te veo, y no sé nada de ti. Lo último que supe es que vivíais en Barcelona, tus dos hijos, tu mujer y tú. Supongo que seguiréis siendo vegetarianos (los cuatro) y que seguiréis viviendo allí. Ayer me acordé de ti -sí, ya sé que era fácil, era tu voz en la tele-, pero, como no me da vergüenza, he decidido escribirte un email aquí.

Aunque mis alumnos quizá no se acuerdan -ojalá se acuerden, no ya de esto, sino de algo-, hace tiempo les hablé de ti. Estábamos en clase de Inglés (en la fase de My taylor is rich, para que te hagas una idea), y les dije que tenía un amigo que era intérprete. Expliqué también la diferencia, para que lo entendieran, entre traductor e intérprete. Y expliqué que trabajabas en la Comisión Europea. Y expliqué que cuando, durante un rato hablando, alguien se reía, que medio segundo después tú te reías también. Que imaginaran lo dificilísimo que era eso. Les expliqué también que, cuando veían en la tele a personas importantes reunidas, y con auriculares en sus cabezas, eras tú quien hablaba. Eras tú quien hacías posible la comunicación. Que eran personas importantes, eso seguro, pero que había también otras personas, igual de importantes, que trabajaban en unas cabinas de cristal, delante de un micrófono.

Lo que no les expliqué, pero lo haré, es que todas esas personas, unidas, formando un corro, constituyen el ordenador más perfecto que los seres humanos hemos sido capaces de fabricar. Les diré que piensen por un momento que, por fin, viene alguien a visitarnos de otro planeta. Ni Bush, ni Zapatero podrían hacer nada sin vosotros. Que lo sepan. (Y que se acuerden).

A mi amigo Fernando, a quien hace años que no veo pero sigue siendo mi amigo -porque fue mi amigo... a la edad de mis alumnos- lo escuché anoche en la tele, en la ceremonia de los Oscars. Iba medio segundo después. De cualquier acento, del norte, del sur. Interpreta en inglés -y en otras lenguas- a cualquier persona del planeta.

Infinito

"Yo soy un hombre sincero,
sin cero y sin infinito
."
J. Sabina

Ya puedes explicar como quieras -un buen reto para futuros maestros- el concepto de infinito, que no lograrás hacerte entender (como lo de ponerse en fila, pero peor). La razón por la que resulta algo muy difícil de explicar es la misma por la que resulta muy difícil de entender: es el concepto abstracto más abstracto que existe (siempre que admitamos que el infinito existe).

Todavía recuerdo a mi profesor de Matemáticas, a la edad de mis alumnos, hablando de ello (no sé cuántas veces sale en este blog la expresión "a la edad de mis alumnos", pero muchas, seguro). Recuerdo que, cuando teníamos oportunidad, le pedíamos que volviera a hablarnos de "lo del infinito". Me encantaba que me hablaran de aquello, y no me importaba no entenderlo: me resultaba fascinante de todas formas. Es más, si lo pienso, creo que me resultaba -y me resulta- fascinante precisamente porque eso no hay dios que lo entienda. Algo puede ser muy, muy grande, pero infinito...

Nosotros usábamos la expresión incluso para responder a un insulto: "Tú eres el más tonto del mundo", "Pues tú, infinito". Podíamos estar repitiendo una misma palabra muchas veces. Pero muchas. (Cuando os hablé de los curiosos procesos mentales que se ponen en marcha a esta edad, me olvidé deciros que un día, a la edad de mis alumnos, estuve casi una hora repitiendo sin parar la palabra "calafatear". Desde Tobarra hasta Murcia. Y mis padres soportándolo.). Pero, aunque repitiéramos muchas veces algo, había una fórmula mágica, tipo Harry Potter, para resolverlo todo. Infinito. ¿Cuántos millones de euros te gustaría tener? Infinito. Un término total, la palabra definitiva. A Ariel Rot le gusta la palabra "gratis" (que no está nada mal, la verdad). A mí me gusta infinito.

¿Cómo es el universo? Infinito.
¿Cuántos años tardaremos en saberlo? Infinito.

_________________
¿Cuántos lectores te gustaría tener?

22 de febrero de 2008

Los sonidos del silencio

¿Qué es lo que os cuento hoy? Lo que me ha pasado hoy. (Está bien, no siempre es así, pero hay muchas veces que sí).

Ya os he comentado -porque admito que quizá me repito un poco-, que empecé a aprender inglés, prácticamente yo solo, con Simon y Garfunkel. Si tenemos en cuenta mi pobre nivel -y más ahora, que hace años que no hablo-, puedo afirmar que ellos, junto con otros músicos, han sido mis mejores profesores en lengua extranjera (Vaya término... Oualid también está estudiando conmigo lengua extranjera, y no es la suya...).

Podría recitar, de memoria -apostándome lo que queráis-, muchas letras completas de sus canciones. Para mí, aquellas dos voces que se mezclaban dentro de mi cerebro, hasta no saber distinguir quién era Simon y quién era Garkunkel, me han resultado muy emocionantes desde aquel primer casete de Decomisos. Además, contaban historias. Historias de amor, de soledad, de melancolía, de un cóndor que pasaba...

Os pongo aquí, -sólo para los que sabéis inglés- , una de las cosas que recito de memoria:

Many is the time I've been mistaken
And many times confused
Yes, and often felt forsaken
And certainly misused
Oh, but I'm alright, I'm alright...

Creo que es la primera vez que escribo claramente un comentario político. Pero no me importa hacerlo. Me ha sentado muy mal que el PSOE tragara con el canon. Sé que tendrán sus razones quienes lo aprueban (y no me refiero a Ramoncín), y estoy seguro que habría gente que sabría convencerme. Pero, lamentablemente, aún no me ha convencido nadie.

Cuando yo grababa aquellos casetes no era un delincuente (ni siquiera yo, que soy culpable nato, tenía la más ligera sospecha). Lo único malo es que la calidad de la grabación era peor. Sonaba peor. Pero claro, si no hay pasta, no hay artistas. De la misma forma que si no hay pasta, no hay maestros.

Ese canon debería pagarlo la iglesia. La Iglesia Católica, me refiero. Y no es, aunque lo parezca, un ataque repentino de un laico; siempre he tenido, y demostrado, mucho respeto. Desde el punto de vista del artista, -me lo imagino, claro, yo no lo soy-, me hubiera gustado cobrar por derechos de autor. Si Simon o Garfunkel leyeran esto, estoy seguro que estarían de acuerdo.

(mientras terminan los ejercicios para que no se conviertan en deberes, saco el ITunes y pongo el concierto en el Central Park).

Algunos:
- Profe, es un concierto. Se oyen las voces de la gente.

- Sí, es un concierto. Mientras coloreáis el esquema, lo escuchamos.

Una de ellas:

- Profe, ¡esa es de misa! ¡Es el Padrenuestro!

21 de febrero de 2008

Yo también soy un culpable nato

Dice Juan José Millás, en El mundo, que él es un culpable nato. Anoté esa frase en su libro -no, en su libro no, en el mío, que lo pagué yo-, porque yo también soy un culpable nato. Hay personas que no, y no son mejores ni peores; en todo caso, los que no son culpables natos, quizá sean un poco más felices. Si no sabéis si sois culpables natos o no, o si nunca os lo habéis planteado, no es difícil saberlo.

Si vais conduciendo y veis a la Guardia Civil, ¿os... preocupáis?. Aunque tenga todo en regla, da igual, yo sí me preocupo -nótese mi manifiesta y demostrada incapacidad para escribir sin palabrotas-. Aunque haya sido muy escrupuloso -como soy- con las normas de tráfico, siempre me preocupo. (A ver si un día me sale por fin un artículo sobre normas y valores de tráfico). No es sólo el temor a que te puedan confundir con un delincuente porque te parezcas a él -porque seas, por ejemplo, calvo...-. Es el temor a que tú mismo seas un delincuente y no lo sepas. De todas formas, tengo amigos que no son culpables natos, y ellos me conocen a mí. Saben que sí lo soy. A los que no sois culpables natos os sorprende nuestra actitud. Pero no somos exactamente cobardes; se trata de otro asunto, algo mucho más profundo. Algo que, tal vez, empieza a fraguarse... a la edad de mis alumnos.

A los diez años empiezas a ser miembro del clan de los culpables natos. Incluso Millás lo cuenta así: él lo es desde que tenía esa edad. Es posible que en la adolescencia -cuando todo se va a la mierda- la cosa cambie, y ya no te sientas un culpabe nato, pero, en el fondo, los que lo somos de verdad lo somos para toda la vida. Cuando te haces la pregunta "¿qué habré hecho mal?" y no obtienes una respuesta clara -clara y contundente-, tienes muchas posibilidades de ser como nosotros, los culpables natos.

(Falta media hora para salir, y Pedro tiene un hipo tan escandaloso que no nos deja leer. Todos se ríen cada... ¿20 segundos?)

BASTAAAA YA, VAAAMOS, SEGUIMOS LEYENDO...

(Pedro no lo puede evitar, y toda la clase, incluido él mismo, a carcajada limpia)

Pedro, dame la agenda. Voy a escribir a tu madre que te has quedado sin recreo durante un mes.

(Silencio total. To tal. Pero no me mola. Es el silencio de Charles Chaplin y su bigotito. Dos o tres segundos donde todos me miran. Y Pedro me mira aún más. Saco mi dedo índice haciendo como que le disparo, y sonrío muy despacio. Como... Indiana Jones, por ejemplo.)

Todos se ríen aún más:

¡¡¡¡¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja!!!!! Pedro, ¿a que se te ha quitado el hipo?

Pedro, sonriéndome, y con ese acento tan especial que proporciona el aparato dental:

Sí, profe. ¡Sema quitao!

19 de febrero de 2008

Mi paseo espacial

Es muy difícil, pero lo voy a intentar. Me resulta tan difícil que siempre he pensado que, lo que voy a tratar de contar ahora, sería el tema de mi novela. La que nunca escribiré. Como, al menos de momento, me veo incapaz, quizá sea bueno empezar a contarlo aquí, que al fin y al cabo hay confianza.

Todos los veranos íbamos a un pueblo, a orillas del Mar Menor, llamado Los Nietos (la ese final, en murciano, no suena). Y todos los días, desde que llegaba hasta que, después de dos meses, me iba, estaba en la playa, o cerca de ella (y, por las noches, jugando a la botella...). Y desde cualquier punto, miraras donde miraras, estaba allí. Mucho antes que la Puerta de Alcalá. Aún está allí.

Un día, a la edad de mis alumnos, mi padre compró un pequeño bote. Nuestro primer barco. Era una zodiac, con un pequeño motor fuera-borda de 4 caballos (para que os hagáis una idea, un Vespino. Ah, perdón, que Vespinos ya no hay. Bueno, un ciclomotor). Y otro día, decidimos intentar dar la vuelta a la isla, y volver a casa. Lo decidió él. Tomó la misma decisión que Cristóbal Colón, o las misiones Apolo... incluida el Apolo XIII. Y era más parecido -mucho más- a la nave Apolo. Teníamos que llegar y dar la vuelta. En vez de a la Luna, a la Isla del Barón. Después de estar contemplándola, año tras año, día tras día, noche tras noche, iba a poder ver lo que había detrás. Lo que había detrás es una variante de lo que había después, como alguno de mis amigos comprenderá. Se me hace difícil contarlo con detalle, no sólo por la emoción, sino también por la dificultad de contarlo bien. De explicar con todo detalle cómo me sentí.


7 de la mañana. Mi padre me dijo que había que madrugar si queríamos intentarlo. El mar como un plato. Como un plato de verdad. Y el que no conozca el Mar Menor no sabe lo que estoy diciendo. Y yo, sentado en la proa -la parte de delante-, con la mirada fija en esa torre. La Torre del Barón. Aún está allí.

Y no hubo que llamar a Houston, porque no tuvimos ningún problema. Supe, desde aquel momento, que había sido el paseo espacial más importante de mi carrera.

Y era verdad.

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Esta no es la Leyenda de la Isla del Barón. Quizá algún día seré capaz de escribirla. Quién sabe.

18 de febrero de 2008

Peras y manzanas

Hace días, estaba echando un vistazo a los pocos blogs que suelo leer. Son algunos que he conocido a través de algunos que ya conocía: así se conocen los amigos. He pensado que quizá debería conocer la experiencia de algún maestro/a que también escriba, pero lamentablemente no conozco a nadie. Los temas de los blogs que leo -si es que alguno de ellos, como el mío, tiene algún tema- son muy heterogéneos. Las edades, las profesiones, incluso los países desde donde escriben son también muy distintos entre sí. Sólo somos gente a los que nos gusta escribir y, por tanto leer. O gente a la que nos gusta leer, y, por tanto, escribir. Al menos tenemos claro algo que nos une, y eso ya resulta una asociación. Una pequeña comunidad con intereses comunes. Después de cierto tiempo, y de ciertos comentarios que nos cruzamos, también llegamos a pensar que somos iguales en muchas más cosas. Igual de raros.

Como tengo el coco comido con esto de animar a la lectura -los resultados de velocidad y comprensión lectora son decepcionantes-, estoy pensando en todo esto. En lo de la comunidad de intereses comunes. Ya sé que son pequeños aún, pero... no estaría nada mal que tuvieran la posibilidad de ir empezando a crearla... Y me pregunto si sería posible que naciera así. Sin saber casi la edad, raza, religión ni orientación sexual, de casi nadie. Sólo con nuestro interés por la lectura y por la escritura (o al revés).

Y me acordé de algo que me pasó hace mucho tiempo. En Cannes.

(Sí, era un congreso en Cannes. Donde los famosos del cine, pero no en la misma fecha. Un congreso que se llamaba MILIA. Era, por decirlo de una manera vulgar, el congreso de las novedades en multimedia de Europa. Los primeros años del software. Sólo pc 's y algunos, pocos, macs. No existían aún las videoconsolas. Ni los móviles. Y no me llamo Abuelo Cebolleta, pero os lo voy a contar. Con todo detalle -como estoy haciendo-.)

Habíamos ganado el I Premio Multimedia en París hacía pocos meses. Al día siguiente de llegar a Cannes, teníamos una demo con la directora de una compañía americana (no diré su nombre). Esta mujer decidía cada año los títulos que iban a estar en el mercado USA. Y si, por casualidad, te preguntaba por una posible compra de derechos... tus jefes iban a quedar más que satisfechos. Así que, con toda la concentración y empeño en hacerlo bien, mi mejor traje y mi mejor corbata -todas con dibujos de Mickey Mouse- fui enseñando a la señora directora en qué consistía el programa. Era una versión de dibujos animados de El Príncipe Feliz, de Oscar Wilde. Además de poder elegir entre todas las lenguas del Estado Español, y el inglés, también podías conocer unos pocos datos biográficos de Wilde. En esos datos, como es lógico, no figuraba su orientación sexual.

Termina la demo -una demo de luxe, en el argot, una demo de más de una hora-, y termino de hablar. Ya no sé qué decir. Lo he contado todo, con mi pobre inglés.

Me miró, y dijo:

- Es muy interesante, y técnicamente bien resuelto -era multiplataforma, el mismo CD para mac y windows..3.1-. Además, ya veo que habéis incluido las lenguas de toda Europa -con el nombre de la lengua y la banderita de icono-

(miro a mis compañeros, sigo sin saber qué decir, y empiezo a sudar)

Bueno, son sólo las lenguas de España. Y el inglés. Pero podríamos hacerlo en otras lenguas...

(Me pone algunas pegas absurdas... mientras yo sólo pienso en cómo ha llegado esta tía a ser directora. Entiendo que es raro que un país más pequeño quizá que el estado donde vive, tenga tantas lenguas. Pero es una auténtica metedura de pata. Casi tan grande como las mías.)

- Además, -siguió- no creo que pudiéramos distribuirlo en los Estados Unidos.

(ya derrotado, y decepcionado, pregunto:)

¿Por qué?

- Porque Oscar Wilde no es un autor para niños.


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A estos locos les ha dado por ponerse a leer un libro al mismo tiempo. Cada uno en su casa. Van a leer -están leyendo- De Nuevo, el amor, de Doris Lessing. Lo digo por si a alguien le interesa. Yo, como vivo en el campo, lo compraré el sábado que viene, que voy a Madrid.

15 de febrero de 2008

No tiene palabrotas

escatología2.
(Del gr. σκῶρ, σκατός, excremento, y -logía).
1. f. Tratado de cosas excrementicias.

Debería decirlo aquí con la misma naturalidad con que lo hago en clase. De modo que voy a decirlo, sin más. Hoy voy a hablar de leer haciendo caca.

Fue ayer, en un ataque desesperado -me desespero frecuentemente con ellos- de animación a la lectura. Desde que estudié Magisterio -para que os hagáis una idea de hace cuánto, una tarde, estando ya en el segundo año, nos dijeron que nos fuéramos a casa, que había un golpe de estado...- siempre he escuchado la expresión "animación a la lectura". La verdad es que, como diría el ex-presidente de Anaya, "está muy bien traído". Une la palabra "animación" con la palabra "lectura". Fantástico. ¿Y ahora qué? ¿Cómo se anima a la lectura? Se supone que, una vez terminado Magisterio, aunque no seas un experto, sabes algunas cosillas sobre cómo animar a la lectura. Ahora que son cuatro años en vez de tres, espero que sepáis más cosas sobre cómo animar a la lectura. Cuando mis hijos eran pequeños, mis hijos aprendieron, perdón, se animaron a la lectura (trabajé muchos años en Anaya) con una revista para niños, la colección Leo, leo. (Que creo que es de SM, en fin, las paradojas).

Quizá, para algunos que no hemos llegado nunca a ser Licenciados -y, por tanto, a no poder aspirar a un puesto de Licenciado en la empresa privada-, es decir, para nosotros los maestros, sólo nos de para una cosa. Quizá no sepamos, algunos, no todos, animar a la lectura. Para ser maestro quizá sólo es necesario saber lo importante que es leer.

Leemos en voz alta todos los días. Leemos todo lo que podemos (que no es nada). Y hoy me he visto diciendo (gritando):

¡¡¡¡HAY QUE LEER SIEMPRE!!!! ¡¡¡¡¡TODOS LOS DÍAS!!!! ¡¡¡¡ME DA IGUAL, EL MARCA, EL CALENDARIO, EL LIBRO DE LA BIBLIO!!! ¡CUANDO VAYAS A DORMIR, DESPUÉS DE COMER, DA IGUAAAL

¡¡¡HASTA HACIENDO CACAAAA!!!

14 de febrero de 2008

Una letra de memoria

Hoy, como no os escriba mi árbol... yo no puedo. Tengo que corregir mogollón de exámenes (o exámenes a cascoporro). Pero se me ha ocurrido una cosa (para no escribir). Ya os he contado que un alumno me preguntó por qué quise ser informático... y respondí por escrito porque no supe qué decir. Pensaba el otro día lo siguiente.

- Tenéis diez minutos para hacer los ejercicios. No son deberes, pero si no aprovecháis el tiempo, ya sabéis...

Todos (bueno, casi todos):
- Yaaaa, se convertirán en debereeees...

(Saco el Itunes y pongo...)

Una de ellas:
- Profe, pon las Nanas de la Cebolla, porfa.

- Vale, pero si no hay silencio, no podemos escuchar música

(La busco y la pongo. No tengo altavoces externos. Uso siempre, para todo, los altavoces del mac. Se acaba la canción, y busco otra rápidamente. Es más, para futuros maestros: si la canción está acabando, y están escuchando música al tiempo que trabajan, más vale que tengas preparada la siguiente. Y escuchamos una muy rara que ya conocen ellos: El Parque, de Víctor y Diego. Y en esos dos minutos de paz -dos minutos, como mucho- , me da por pensar qué diría si algún día les da por preguntarme que cuál es mi canción preferida. Por supuesto, no podría -no debería- decir "muchas". Responder "muchas" a un niño de esta edad es perder una oportunidad quetecagas.)

Por si acaso, respondo por escrito a esta pregunta. Ya sé, y vosotros también, que es dificilísimo. Que lo suyo sería poner una lista de veinte. Pero no se puede. Nos piden una. Nuestra canción más preferida de todas.

George Brassens, una de las formas de ser más dulces que he conocido, escribió una canción que tituló "La caza de las mariposas". Un compañero en 3º de BUP tenía un elepé de unos hermanos argentinos, Alberto y Claudina Gambino, que hicieron la traducción -perdón, no sólo la traducción, la recreación exacta- de sus canciones. Aquí os dejo la letra en español.

Por eso decía que se me había ocurrido no escribir hoy. Os dejo con George Brassens.

(Tengo que escribir de memoria. No viene en el Google).

Los pasos ligeros y el ojo avizor,
un diablo de chico en la edad hermosa,
llenaba su boca con una canción
y se iba a la caza de las mariposas.

Al borde del pueblo, hilando en su rueca,
vió a la cenicienta triste y pesarosa.
Le dijo -Buen día, que Dios te conserve.
Si querés te llevo a cazar mariposas-.

Cenicienta, alegre de dejar su jaula,
se puso zapatos y una blusa rosa.
Los dos, de la mano, se fueron contentos
al bosque a cazar a mariposas.

Ellos no sabían que el amor estaba
oculto en la fresca sombra silenciosa,
para traspasar el alma inocente
de los que en el bosque cazan mariposas.

Cuando él se declara, ella dice:
-Creo, no es en el escote de mi blusa rosa,
ni bajo los pliegues de mi falda nueva,
donde encontraremos a las mariposas-.

En su boca dulce que dice "Cuidado"
Él puso la suya, joven y ardorosa.
Y aquel fue el más lindo de los batifondos,
en la historia de las mariposas.

Con fuego en el alma, volvieron al pueblo,
y se prometieron un millón de cosas.
Volver muchas veces al claro del bosque
a cazar de nuevo lindas mariposas.

Pero, mientras se amen, y los nubarrones,
no les traigan penas, tristes, dolorosas,
podremos tranquilas volar en el bosque,
porque ellos no van a cazar a las mariposas.

Esta canción (este poema) debería ser el Himno de GreenPeace.

13 de febrero de 2008

El cuarto número de El Correo de Cadalso

Llevo más de una hora poniendo las fotos... y corrigiendo faltas tremebundas de ortografía.

Ya está listo. El cuarto número del mejor periódico del mundo: El Correo de Cadalso.

Aunque recomiendo su lectura íntegra, es de destacar en este número lo siguiente:

1º Sigue siendo gratis. Pero ellos quieren cobrar 50 céntimos de euro. Lo mismo Polanco empezó así...

2º Cada uno ha elegido libremente el tema de su artículo. Por lo tanto, hay artículos interesantes... y otros artículos también interesantes.

3º En dos de ellos, se menciona el nombre de un personaje que parece proceder de una leyenda urbana... de pueblo. El fantasma de una chica llamada Verónica Jaja, que según me han contando se aparece de vez en cuando envuelta en niebla. Lo mismo J. K. Rowling empezó así.

4 º También hay una magnífica entrevista -y lo digo muy en serio-, a D. Eugenio Muro. El maestro que pone el nombre a nuestro cole. Tuve oportunidad de saludarlo en la fiesta de Navidad. Me gustaría mucho que alguien tuviera el detalle de imprimir la entrevista, y hacérsela llegar. Si, después de jubilado, alguien me trae una entrevista así... apoyaré la nuca en el sofá y pensaré que "lo hice muy bien".
Lo mismo -mi admirado- Iñaki Gabilondo empezó así.

5º Hay también recetas de Polonia. Con todos los ingredientes. Y lo lees y te da hambre. Lo mismo... ¿quién?.... Sí, lo mismo el maestro Arguiñano empezó así.

6º En la sección de deportes, información completa -de varias páginas....- de los resultados de la liga de España y la de Perú. Si os interesa cómo ha quedado algún equipo peruano, no creo que haya mejor publicación en todo el mundo. Lo mismo... jejeje, Manolo Lama. ¡Dale Manolo!

7º Y fiestas de Rumanía, y Oualid que dice que ya escribe y que ya no pinta, y los Carnavales, y...

Mejor que lo leáis.

__________
Una cosa, se me olvidaba. Sólo falta, de toda la clase, el que nunca ha escrito. Ya sabéis quien es (pero no cómo se llama). Pero hoy ya me ha pedido que le escriba en un papel su nombre de usuario y su password, jejeje...

12 de febrero de 2008

Impasible al alemán

Lo he leído hace poco en Libertad Digital, y no me puedo quedar con las ganas de contarlo.

Hay cosas que uno aprende de memoria, simplemente por el viejo método de repetirlas. Y cuando uno tiene la edad de mis alumnos, es un método particularmente eficaz. Es a esta edad cuando uno comienza a desarrollar una serie de patrones internos de comportamiento que le acompañarán para el resto de sus días; aunque abandonemos algunos al llegar a la edad adulta, -como lo de ir andando evitando pisar las rayas de las baldosas- hay otros que se quedan residentes en alguna parte de nuestro cerebro. Generalmente, este tipo de manías tienen que ver con las matemáticas -hacer multitud de cábalas con los números de las matrículas, contar los pisos del ascensor, etc, etc.- pero otras veces tienen que ver con otras áreas del conocimiento. Lo que resulta más paradójico es que no tienen ningún sentido práctico, al menos aparentemente. Cuando uno ve las cosas desde la perspectiva de los diez años, no sabe por qué aprende las cosas, ni por qué no las aprende. Hay una única forma de que la chispa surja, de que nuestro mundo interior, que no para de analizarlo todo, vea la gran oportunidad de navegar a sus anchas: leyendo. Es así cuando uno comienza a darse cuenta de que no estamos locos, que no somos distintos, que hay otros que también les da por pensar cosas muy raras, de magia, de terror, de fantasía, de drama, de tragedia,... Y es así como uno aprende. Esos otros datos, los que se quedaron allí por aquellas manías, lo único que hacen es ocupar espacio en la memoria (unos pocos bytes), nada más.

En el colegio General Moscardó, barrio de Usera, no había ni un solo chino. Bueno, ni en Usera ni en España. Los únicos chinos que había eran los de la familia china. El padre chino, la madre china, el niño chino y la niña china (creo que también estaban los de el abuelo chino y la abuela china, pero no podría asegurarlo). Y la familia bantú. El padre bantú (con una tibia en el flequillo), etc, etc.

Tengo 4.. bueno, estoy a punto de cumplir 47 años. Y yo he cantado el Cara al sol en el colegio. (Ojalá me sintiera orgulloso de haberlo hecho, pero no lo estoy).

Y sólo he recordado, durante toda mi vida, las palabras "impasible al alemán". Eso era lo que cantábamos (o lo que sólo cantaba yo, nunca lo sabré). Siempre he entendido, y lo sigo haciendo, que equivale a "a los alemanes, ni mirarlos".

Lo digo en serio, de verdad.

___________________
Siempre he contado esta anécdota (aunque no me llamo Abuelo Cebolleta). Y ahora va un periodista de Libertad Digital (César Vidal), y cuenta lo mismo. ¿Habrá estado en el mismo cole que yo?

10 de febrero de 2008

Mi dueño

Mi dueño no escribe hoy, y he decidido aprovechar la ocasión para presentarme. Él os escribe todos los días, pero nunca os ha hablado de mí, nunca ha mencionado en su blog a su mascota. Ya sé lo que estaréis pensando ahora, que las mascotas no hablan, y que, por tanto, tampoco escriben. Pero sí hablamos; hablamos de una forma distinta a los seres humanos, pero también hablamos, porque también somos seres vivos. A largo de los años, muchos seres humanos han estado investigando en nuestra forma de hablar, han intentado diseñar tecnología para traducir nuestro lenguaje, pero lamentablemente siempre en la dirección equivocada. Como resultado de este fracaso tecnológico, ha sido imposible la comunicación entre vosotros, los seres humanos, y nosotros. ¿Cómo es posible, entonces, que lo estemos haciendo en este momento? Os lo explicaré.

Lo más curioso de todo, es que, aunque no os lo creáis, no siempre ha sido así. Lo sé porque me lo contó mi bisabuelo. Es muy mayor, pero todavía le funciona muy bien la cabeza; me contó que su bisabuelo le contó que su bisabuelo le contó que su bisabuelo le contó que al principio de vivir juntos en el planeta, la comunicación entre vosotros y nosotros sí existía. Además, dado que podíamos hablar, nos llevábamos muy bien. Lo que nos interesaba a nosotros era prácticamente lo mismo, y estuvimos habitando nuestro planeta como si fuera nuestro, quiero decir, como si fuera vuestro y nuestro al mismo tiempo. ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿En qué momento se cortó la comunicación? y, lo más importante, ¿quién cortó la comunicación? Yo sólo puedo responder a esta última pregunta: fuisteis vosotros. No es que yo quiera echaros la culpa ahora, aprovechando que mi dueño no escribe hoy, pero es la pura verdad.

Pero se trata de una emergencia, por eso os escribo. Estoy usando una máquina para poder comunicarme con vosotros. Una máquina que es capaz de traducir nuestro lenguaje al vuestro, pero nunca, ninguno de nosotros, que yo sepa, la hemos usado hasta ahora. Desde que nacemos, una de nuestras principales normas es "No hablarás, ni tratarás con humanos". A diferencia de vosotros, nosotros adoramos a tres dioses: el sol, el agua y el tiempo. Gracias a los tres elementos, hemos estado viviendo aquí desde hace miles de millones de años. He roto la regla para pediros una tregua, y firmar con vosotros un acuerdo de paz. Hablo en nombre de todas las mascotas del mundo. Aunque aún tenemos sol, cada vez tenemos menos agua, y cada vez menos tiempo.

Os enseño aquí una foto de mi dueño. Aunque yo no le pertenezco, a él le gusta que le llame así, y a mí no me importa complacerle. Si nos ponemos de acuerdo, muchos años después de que él haya desaparecido, aún estaré aquí. Venid a verme cuando queráis. El sol, el agua y el tiempo.

8 de febrero de 2008

Por qué quise ser informático

El otro día me lo preguntó un alumno (para madres y padres que leen esto, no soy su tutor. Perdón, para madres sólo. No tengo constancia de que ningún padre lea esto). Aunque lógicamente su nivel de utilización de nuestra lengua es aún limitado, me preguntó:

- Profe, ¿por qué quisiste ser informático?

No dijo "por qué has querido", ni tampoco "por qué quieres". Y, aunque no sepan qué es un lexema, (ni nosotros tampoco), sí sabe, como casi todos los demás, usar la forma verbal adecuada para preguntar lo que quería saber. La verdad es que me lo preguntó hace tiempo, y tuve que improvisar una respuesta. Y cuando en clase improviso una respuesta, hay muchas posibilidades de que me salga una mierda de respuesta, como la que me salió. Tengo un montón de papeles (que reciclo de la impresora), aquí al lado, a la derecha del mac. En ellos, de vez en cuando, escribo a lápiz una frase, o una palabra. Es la lista de posts. (A ver, para todos los demás: un post es un artículo. Da lo mismo llamarlo artículo que llamarlo post. No estoy contra las jergas, ni contra los anglicismos. Pero tampoco soy un talibán.). Y hace ya tiempo que en este papel pone "por qué quise ser informático... y aún no está tachado. Aunque sigo en estos momentos en los que escribo sin tener claro que ya sé responder a eso, creo que puedo intentarlo. El otro día, preparando un viaje a París que haremos mi mujer y yo muy pronto -mi hija me regaló unos billetes de Ryan Air por Navidad-, ella estaba buscando el hotel donde nos alojaremos en internet. Ella en su ordenador (lamentablemente para ella, un windows), y yo aquí con el mac. Y sacó Google Earth. Y vimos la calle donde está el hotel. Y dimos un paseo desde el hotel, en barco, por el Sena. Sólo estaremos el fin de semana, pero Google Earth nos permitió el otro día alargar nuestro viaje. Y que la emoción -ya os hablé de emocionar y ser útil-, no sólo esté en ver a los impresionistas, con ella de la mano. La emoción ya ha empezado.

Eso me ha dado la pista para responder, o tratar de hacerlo. De todas maneras, antes de contároslo, está claro que es mucho más fácil lo que estoy haciendo ahora, responder por escrito, una vez que has pensado sobre ello.

Me ha pasado muchas veces desde aquel día, con mi padre, en 1984, pero aquella fue la primera vez. Él mismo se apuntó a un "curso de ordenadores" para adultos en el cole de mi hermana, y sufrió lo indecible con el BASIC. Y un día vimos a aquel tío dibujar con el ratón. Ni siquiera sabíamos que se llamaba ratón. No es que quisiera ser informático. Me volví loco -tal como reza la cabecera de este blog-, y abandoné mi condición de funcionario para trabajar en Apple (luego, cuando ya había pasado la eterna selección, me dijeron que era para vender ordenadores...). Y como no quería vender ordenadores, empecé enseñando a manejarlos. Volvía a ser maestro. Y cuando mis compañeros ya sabían, mejor que yo, manejar el Quark, pedí permiso a mis jefes para dedicarme a hacer programas. Programas educativos.

Pero, si lo pienso, fue por un libro que leí, en inglés, aquel verano. Un libro que se titula "De Pepsi a Apple". La historia de un tío, que tiene la misma edad que yo, que lo que le molaba era cambiar el mundo.

Pues eso, yo quise ser informático para cambiar el mundo.

7 de febrero de 2008

El bar de Cadalso

Desde hace un tiempo, todos los días voy a tomar un café a un bar del pueblo, cerca del colegio. Siempre he tenido la costumbre de llegar muy pronto a trabajar, ya fuera en la oficina -como he estado haciendo hasta hace menos de un año-, o, como ahora, en el colegio. Al principio de curso no lo hacía, me limitaba a saludar al conserje -que a esa hora tan temprana es el único que anda por allí-, y meterme en mi clase. Pero ya llevo un tiempo aparcando la moto en la puerta del bar, antes de dirigirme al colegio. Tiempo suficiente, para los que os gusten este tipo de detalles, como a mí, para que el camarero te sirva el café cortado sin necesidad de pedirlo. Como muchos días es eso lo único que necesitamos decirnos el camarero y yo, y ya no es necesario -no lo fue desde el tercer día-, normalmente no cruzamos ni una sola palabra, tan sólo digo "Adiós, hasta luego" para volver a coger la moto y empezar el día. Pero hay algo que siempre funciona, quizá de forma mágica para mí, y de forma absolutamente transparente para el resto de personas que entran y salen de allí, incluido el camarero (el camarero que, supongo, es también el dueño del bar). Da igual quien sea -yo, lógicamente, no conozco a nadie-, siempre, al entrar dicen "Buenos días". Pero en voz alta, no se trata únicamente de un saludo al camarero. Se trata de un saludo en general, a todas aquellas personas que nos encontremos allí. He estado analizándolo, no creáis que hablo sin tener datos. No entran siempre los mismos, y no sólo es la Guardia Civil la que dice "Buenos días" en voz alta; lo hace todo el mundo... excepto yo. Cada día intento subir un poco más la voz, pero luego me doy cuenta que me ha salido un "buenos días" que no lo he podido oír ni yo.

Pero no quiero contar esto para que la gente del pueblo, si es que algún día me ve y me reconoce -no lo creo, aún no sé dónde me mandará el Ministerio el curso que viene- me perdone por no saludar. Lo que me llama la atención es dónde cambia la regla. En qué momento, en qué kilómetro de la carretera hacia Madrid, la magia ya no funciona. No estamos tan lejos -para aquellos que no sepan dónde está Cadalso de los Vidrios, dad un paseo por Google Earth. La aplicación más espectacular de todas las que he conocido. Y he conocido muchas-, pero la cosa cambia. No me imagino, ni por lo más remoto, que mañana va alguien, por ejemplo Clandestino, a desayunar al VIPS de Almagro, y dice en voz alta "Buenos días". Y si alguien lo hace, de forma inmediata todo el mundo que esté allí, incluido el camarero, pensará que es otro travesti borracho.

A ver si mañana me sale mejor, lo seguiré intentando.

6 de febrero de 2008

Hoy, nada más que un momentito.

He ido esta tarde al entierro de la sardina. Aunque no me sentía obligado -a pesar de que los niños me han preguntado varias veces si iba a ir-, me ha parecido que lo mismo resultaba interesante.

Además, como hoy hay partido -de fútbol, me encanta ver el fútbol por la tele-, venía pensando mientras volvía a casa que ya no me daba tiempo de escribir nada. Que no pasaba nada si hoy no escribía. Que dejara de machacarme de forma absurda con algo a lo que sólo me obligo yo. Que tampoco iba a pasar nada si veníais aquí y os encontrábais con el post de ayer.

Y también he pensando, finalmente, que lo mismo a alguien le daba por leer algún otro post, de algún otro mes. O algún otro blog.

No me hagáis caso. Son cosas mías.

Gracias. Hasta mañana.

5 de febrero de 2008

La demo

Oualid todavía habla con dificultad el español -aunque está mejorando mucho gracias a su maestra de Educación Compensatoria- y aún sigue dándome un abrazo por las mañanas...

Como no tiene asignatura de Religión -y debo quedarme con los alumnos que no dan esa asignatura-, casi siempre vamos a la sala de ordenadores. Al principio, sólo me pedía que buscara pájaros en Google. Ahora, sólo busca Presin Cach. Abre el explorer -casi todos los pc's están con el google como página de inicio, y los que no la tenían se la he puesto yo...-y escribe "presin cach". Luego diréis que soy yo el que está obsesionado con Presin Cach. La evolución lógica de los cuadernos Rubio -tengo pendiente un artículo sobre ellos- sería, en lugar de "mi mamá me mima", "Presin Cach". La Real Academia Española, o el Instituto Cervantes, deberían saber el problema que se les viene encima. Yo paso. Me he dado cuenta que, cuando los lunes pregunto qué han hecho el fin de semana, algunos mencionan ""presin cach" sólo por fastidiarme. Y -como reza un original slogan- yo no soy tonto.

La cuestión es que, -aunque no os lo creáis, porque ya estáis acostumbrados a leerme, y yo a escribiros, hay una cuestión desde el principio, aún no mencionada- el otro día, después de que prohibiera, una vez más, buscar algo que tuviera que ver con Presin Cach, se puso a jugar con mi programa. Hace días (o meses, no sé) os conté que el programa que hice para la empresa en la que trabajaba -y de la que me despidieron-, versionado para esta ocasión, se lo regalé a mis alumnos en Navidad. Ah, sí, fue hace meses. Oualid lo maneja muy bien. Sabe hacer varias páginas, sabe poner personajes, sabe poner bocadillos en los personajes y sabe escribir lo poco que sabe escribir, en el teclado, y ponerlo justo dentro del bocadillo. Y eso no se debe a la profesora de Educación Compensatoria, vamos, digo yo...

Julio, mi compañero de 5ºA -al que no le importa que le mencione- estaba el otro día en la sala de ordenadores. Le pregunté si le importaba que entráramos -él mismo hace una fotocopia, que imprime mensualmente y coloca en la puerta para que reservemos la sala. Y yo no lo hago nunca...- y me contestó amablemente que no, que entráramos.

Julio en un ordenador. Karim en otro. Oualid en otro. Y yo en otro, viendo si tengo algún comentario en mi blog...

Oualid:
- Profe -dirigiéndose a Julio-, ¿tú visto programa de Ángel?

Julio:
- No, ¿es ése?

Oualid:
- Sí, ven, yo enseño. Mola mucho, profe.

Y Oualid se ha puesto a hacer una demo de un ejecutable de flash. Y ha hecho una demo quetecagas. Yo, si fuera Julio, le hubiera preguntado cuánto vale el programa.

Es gratis.

4 de febrero de 2008

Si lo llego a saber

La descubrí muy pronto. Tenía 10 años -la edad de mis alumnos- y mi padre me compró en Decomisos un casete con el que podías grabar lo que quisieras. Tenía una especie de palanca -un joystick- para ir hacia adelante o hacia atrás en las cintas. Como no tenía tocadiscos, sólo podía grabar lo que estuviera escuchando en el momento. Y grabé de la tele mi primera canción (La mañana, de Albano). Luego, simplemente acercando el aparato al tocadiscos de mi prima Esther (acercándolo a la aguja, en lugar de acercarlo al altavoz), conseguí grabar todas las canciones de los grandes éxitos de Simon y Garfunkel (años después supe que Greatest Hits era eso).

Desde entonces, y hasta siempre, no he podido vivir sin ella. Desde entonces, y hasta siempre, he soñado que era una estrella. No ya una estrella del rock and roll -como soñaba Loquillo-, sino una estrella de la canción, a secas. Y cuando descubrí que además de aquello, había gente que escribía poemas -es decir, que tenían letra, pero letra de verdad- entonces mi pasión se convirtió en imprescindible. Como el oxígeno. Así empecé a interesarme por el inglés. Con Simon y Garfunkel, Cat Stevens, The Beatles... Años más tarde, a los 20, me dio por la canción de autor. Y aún no he parado. La canción de autor, como es un término que a cada uno le suena a una cosa distinta, es difícil aparentemente de definir. Pero a mí me parece fácil: es toda música cuya letra sea de calidad. De la calidad que yo quiera que tenga.

Y me enamoré y conseguí enamorar muchas veces recitando -de memoria, y aún lo hago- letras enteras de canciones. Y soñé que las creaba, que yo las cantaba. Que yo era Lluis Llach, Javier Krahe, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, La Bullonera, James Taylor, Richard Cocciante, John Lennon, José Feliciano...

Y caí en la cuenta de lo importante que era recordar que alguien escribió "La estaca" - en catalán, una maravillosa lengua que me encantaría dominar-, o que "en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos", o que "cuando tus días se vuelvan grises, me tenderé a tu lado como un puente sobre aguas turbulentas", o que "todo lo que necesitas es amor".

Si lo llego a saber, Óscar, hubiera puesto el interés en estudiar música que pusiste tú. No tocaría ahora como lo haces tú, pero tendría la inmensa satisfacción de haberlo intentado. A mi edad, lo único que puedo hacer es lamentarlo, y prever el futuro. Haré todo lo que pueda para que sepan lo que se pierden.

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Ayer, domingo, salí disfrazado por los bares de El Tiemblo, junto con mis amigos. Son músicos. Han creado una banda, Stiercol Blues Band y el primer saxofonista -y el líder no declarado- es mi profesor de saxofón. Se llama Óscar, y es una estrella.

1 de febrero de 2008

El día internacional de la paz (II)

Fue el miércoles. Coloreado con témperas (nunca más....) y con un espacio para que, el que quiera, de todo el cole, ponga su nombre si está a favor de la paz. Aún queda sitio para muchos nombres. ¿Por qué no os pasáis por el cole?

Os lo pongo yo aquí para los que no podáis. También podéis firmar.