6 de diciembre de 2015

La camiseta verde

Domingo, pero mañana es fiesta. Y el martes, también. Mola. Luego os pongo una foto de cómo está el pantano ahora mismo.

Antes, una batallita de las mías.

Me ha dicho Lucio, el del Snoopy, que quiere que conozca a un señor, vecino del El Tiemblo, que fue director del Carlos Ruiz en los años setenta. Respondí inmediatamente que me encantaría conocerlo. Mientras se produce ese encuentro, que espero que sea pronto, se me ha ocurrido que la mejor forma de presentarme, de identificarme con un compañero de trabajo, que tuvo el mismo trabajo antes que yo (mucho antes que yo, yo tendría entonces unos trece años), es tratar de explicar por qué llevo, los viernes, la camiseta verde (en verano, camiseta, en invierno, sudadera con capucha, que está muy bien, y es muy calentita.).

Yo estoy convencido de que no es una cuestión política, porque no me gusta hablar de política públicamente. No pasa nada porque lo explique aquí. ¿Qué pone en la camiseta? Escuela pública, de todos para todos. Eso es lo que pone. ¿Quién no puede estar de acuerdo con eso? ¿Es una postura política ponérsela? Si lo es, que insisto en que yo creo que no, no debería tener ningún problema en contarlo, porque no hay nada que me avergüence. Me tomo muy en serio mi trabajo.

¿Y por qué los viernes?

Porque es mi día preferido. Hasta mis alumnos lo saben.


17 de noviembre de 2015

A Manuela Carmena

Un madrileño ha muerto este verano,
colegio del Pilar,  Marqués de Urquijo,
la maternidad de O'Donnell tuvo un hijo
y un tipo de Jaén tuvo un hermano.

La Prospe, Malasaña, el Galileo,
los chulos de Madrid son diecisiete.
Debemos conseguir que se respete
la memoria de un genio tan ateo.

Una estatua, un homenaje, una glorieta
una placa delante del Café
un gesto de Madrid para el poeta

nuestra triste ciudad está incompleta,
Villatripas no entiende bien por qué,
Manuela, queremos que te comprometas.

3 de octubre de 2015

Pura admiración

Yo lo conocí. Personalmente, quiero decir. No lo supo nunca, pero voté detrás de él para elegir a los miembros representantes de aquella recién creada asociación cultural: Asociación para la Música Popular.  Recuerdo que la reunión fue en un modesto piso en la zona de Lavapiés. En la cola para votar estaban las Vainica, Luis Pastor, Pablo Guerrero… Fue hace muchos años, en los tiempos en los que estudiaba Magisterio.

Un día, muchos años después de aquello, fui al Galileo a verle. En un momento de la actuación, la gente comenzó a pedirle canciones, y yo también me animé —nunca más lo volveré a hacer— a gritar el título de otra canción, que la gente no mencionaba: El Tío Marcial. Véte tú a saber por qué, se acercó al micrófono y, con aquella sonrisa suya, dijo que le pedíamos canciones que ni siquiera eran suyas.

En una ocasión y hace de esto también muchos años, una pareja de amigos me pidieron que dijera algo en su boda. La verdad es que nunca he vuelto a verme en una situación así, con todos los asistentes esperando que yo dijera algo por el micrófono de aquella iglesia. Y aquí viene la paradoja, recité lo mejor que pude sus versos (aunque los versos son originariamente de su hermano) justo después de "Podéis ir en paz, demos gracias al Señor." Allí, en la iglesia. Posiblemente, una iglesia muy parecida a aquella donde él un día entró, pero no recordaba para qué.

Tenía que decir algo, porque aquellos amigos estaban allí para comenzar a vivir juntos para siempre. Así que dije que sus amigos pensaban que lo mejor había sido eso, tomar la decisión. Y organizarse.

Nos ocupamos del mar
y tenemos dividida la tarea.
Ella cuida de las olas,
yo vigilo la marea.
Es cansado,
por eso al llegar la noche
ella descansa a mi lado,
mis ojos en su costado.

También cuidamos la tierra
y también con el trabajo dividido.
Yo troncos, frutos y flores,
ella riega lo escondido
Es cansado,
por eso al llegar la noche
ella descansa a mi lado,
mis manos en su costado.

Todas las cosas tratamos
cada uno según es nuestro talante.
Yo lo que tiene importancia,
ella todo lo importante.
Es cansado,
por eso al llegar la noche
ella descansa a mi lado
y mi voz en su costado.

Nunca lo supo, pero siempre fue una parte muy importante de mi vida. Y lo seguirá siendo para siempre. Las flores que saldrán por su cabeza, algo darán de aroma.

Me encantaría que el colegio público donde trabajo se llamara CEIP Javier Krahe.

27 de septiembre de 2015

La franja

franja
(Del fr. frange).

  • 1. f. Guarnición tejida de hilo de oro, plata, seda, lino o lana, que sirve para adornar y guarnecer los vestidos u otras cosas.
  • 2. f. Faja, lista o tira.



La Rae dice esto de la franja, pero la franja son muchas más cosas. Podemos estar hablando de una franja de tiempo, de una franja de edad, de una franja en el terreno… Lo bueno de la franja es que no se puede definir, pero eso no aparece totalmente definida en la Rae. Hay palabras, ideas, conceptos, que no pueden definirse, que no pueden explicarse mediante el lenguaje escrito. Cosas que tampoco pueden dibujarse, porque tampoco tienen definición (en su acepción referida a "Nitidez con que se perciben los detalles de una imagen observada mediante instrumentos ópticos, o bien de la formada sobre una película fotográfica o pantalla de televisión". ).

En el Google Maps pueden ver líneas, pero no puedes ver franjas. No puedes saber si los tomates son de la franja, o el ajo de Erla, —que es mi slogan publicitario favorito (pronúnciese con un megáfono y todo seguido)—. Puede que haya mar, y por tanto pescado y marisco. Puede que por allí pase un río, y produzca coles y lechugas. Puede que haya bellotas y por allí correteen alegremente los cerdos.

Puede que vivas lejos de la franja, o que quizás vivas cerca. Quizá tu carácter, tu personalidad, tenga que ver con tus padres, pero también con tu tierra. Con tu lengua.

Porque los tomates, los ajos, las merluzas, los bogavantes, los espárragos, los cerdos y todo lo que somos, vienen de una franja de terreno. Una franja que tendrá sus límites, pero están muy poco definidos. No creo que el ser humano, al paso que va, consiga una definición.

20 de septiembre de 2015

Mi colegio

Revisando viejos papeles, hoy me he encontrado una foto. Son cosas que sólo te pasan con objetos físicos, nunca sucederán con algo digital: la foto me ha encontrado a mí, no yo a ella. No quiero decir con esto que debamos imprimir todas las fotos del móvil —sería un desastre ecológico mundial con consecuencias catastróficas—, para poder recordarlas, porque nuestra memoria tiene un límite, y tiene que hacer un inmenso trabajo para seleccionar lo importante de lo anecdótico. Además, ¿con qué criterio decidimos? ¿Qué merece la pena imprimir, con lo que cuesta el tóner?

En el fondo, no importa. Un día te ocurrirá lo mismo que me ha pasado hoy a mí. Abrirás una vieja carpeta y te encontrarás a ti mismo. En la playa, jugando al fútbol, en tu cumpleaños, o en el colegio. Fotos en papel de un instante de tu propia historia; eres tú, y al mismo tiempo es un desconocido. Sientes ganas de hablar con él, de prevenirle para lo que le espera; de avisarle de todos los peligros, de todas las amenazas, de todas las dificultades que tendrá que superar. Pero no puedes, porque eres tú. Eres tú hablando contigo mismo.

Este año, las fotos de los periodistas de El Correo de Rozas de Puerto Real, van a ser como esta, con un lápiz en la mano (pero sin el marco de la tele). Me gustaría mucho que a alguno de vosotros, dentro de cincuenta años, os pase lo mismo que a mí.

Lo hiciste bien. Lo tenías difícil, pero jamás dejaste de intentarlo. Enhorabuena, chaval.


13 de agosto de 2015

Para Óscar, en su cumpleaños

Con la concentración ya terminada,
y el recuerdo aún reciente de Lucera,
Morgana, La Goldwing y la carretera
Ribera Sacra de Orense y empanada,

te dedico a ti estas líneas, colorado,
mahou, saxo con jazz, ración de oreja
si ha de haber Dios, que te proteja,
y que los niños se den por enterados

que la música se estudia, se trabaja,
que sin esfuerzo no existe recompensa
que la pasión es sólo una ventaja.

Que no lo digo yo, que es lo que piensa,
un profe de música de estatura baja,
una estrella del jazz, de luz inmensa.



11 de agosto de 2015

Comunicación

En todas las empresas privadas en las que he trabajado (Coritel, Anaya, Ecuality, EresMas…) había un departamento de comunicación. Y eso desde hace años, mucho antes de que internet existiera. La gente de esos departamentos se dedicaba a contar quienes éramos y a qué nos dedicábamos; y para eso las grandes compañías siempre han destinado un importante porcentaje de presupuesto.

Un organismo público, como por ejemplo, una escuela, —aunque sea la más pequeña de la Sur—debe tener también su estrategia de comunicación. Comunicación con sus alumnos, con los maestros,  con las familias, con la administración y con los usuarios anónimos. La gestión de ese organismo público debe dedicar esfuerzos en proporcionar e incentivar la comunicación, en todos los soportes. Porque esta última cuestión, la del soporte, es la que ha sido, desde siempre, la que ha marcado la pauta. ¿Compatible con Mac? ¿Con Windows? ¿Y con UNIX? ¿PC, tablet, teléfono móvil? Con el presupuesto del que dispongan, los departamentos de comunicación deciden dedicar una cantidad a cada una de estas cuestiones.

El problema es que hay que mantener actualizada la información, y atender a los varios soportes. Aunque sigo pensando que no hay nada mejor que un MacBook Pro, o al menos un portátil apañao, cada vez hay más gente con teléfonos y menos ordenadores en casa. Lamentablemente, tengo la impresión de que hay más guasap y menos mail. Y eso afecta, lógicamente, a mis alumnos. Aunque no tengo los datos, estoy seguro de que El Correo de Rozas de Puerto Real tiene más visitas desde móviles que desde pc's. Y no es lo mismo verlo en un móvil que en un pc, por una sencilla y rotunda cuestión: la pantalla del móvil sigue siendo pequeña para muchas cosas. O al menos es lo que pienso yo, que ya voy teniendo una edad. En el móvil lees el artículo de cada niño, pero no tienes una visión global, sino individual. No es lo mismo, y me da mucha rabia.

Aún así, ya tengo preparados los códigos QR del periódico (un link al periódico), y los del cole (una vcard con todos los datos del cole). Los incluiré en la primera carta a los padres. Y a partir del próximo número impreso incluiremos el código QR en la mancheta. Y, además, voy a plantear al claustro una cuestión sobre la que me gustaría reflexionar: ¿deberíamos seguir prohibiendo a los niños el uso de móviles en la escuela?


14 de julio de 2015

Sangre de unicornio

El otro día tuve la oportunidad de entregarle en mano al Director del Área Territorial Madrid-Sur, o el Jefe de la Sur, como lo conocemos los maestros, el último ejemplar impreso de El Correo de Rozas de Puerto Real.

— Es el periódico por el que nos dieron el premio —le dije—.
— Te aseguro que lo leeré con todo mi interés —me contestó.

Luego me quedé pensando si le había enviado el ejemplar impreso de cuando nos dieron el premio. Recuerdo que le envié la notificación contándole que nos habían concedido el Premio Crearte, del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y también recuerdo que me contestó personalmente —o al menos eso pensé—, felicitándome por el premio conseguido. Pero no le envié la versión impresa. Y lo lamento. Quizá debería enviarle cada número impreso que hacemos (este año hemos hecho seis), y que, si no tiene tiempo de leerlo, lo que entendería perfectamente, se quedara por allí, en la delegación, por alguna mesa, de la misma manera que lo pongo encima del Marca y del Interviú cuando voy al bar de Rozas. Pero tengo un problema con la versión impresa.

La versión impresa consume árboles y sangre de unicornio, y eso no es bueno para el planeta, ni para los Gastos de Funcionamiento del Centro. Cuando nos dieron el premio, compré el ferrari de las impresoras. Y guardé dinero para comprar tóner, a pesar de que la normativa me obligaba a gastar (a invertir, que diría un profesional) todo el dinero conseguido en menos de un año. Pero ya han pasado cinco años y la tirada de la versión impresa no para de crecer, a pesar de todos mis esfuerzos. Yo soy el responsable de la versión en internet, y todos los niños saben que es mi mujer la que diseña (la que maqueta, que diría otro profesional), cada versión impresa. Hago todo lo que puedo por promocionar la versión on-line, dentro del cole y fuera del cole, pero hasta los propios niños de Infantil son los que me preguntan que "cuándo va a estar el periódico", a lo que yo respondo siempre que "ya está en internet, mira (y se lo muestro desde mi Ipad), dile a tus papás que ya lo pueden ver." La versión en internet está actualizada al día, mientras que el pdf (eso sí, diseñado y maquetado), es casi bimensual. Pues no hay manera. La gente, incluidos los de Infantil, prefiere tocar el periódico, jugar con él, pasar las páginas… y verlo todos los días colgado —a su altura—en la pared a la entrada del patio. Y los padres, —y esto sólo lo supongo— tienen algo que guardar en un cajón, y que proporcionará seguro una sonrisa dentro de unos pocos años.

Me queda papel A3, pero ya me estoy quedando sin el cartucho Yellow, y en septiembre hay que gastarse una pasta en libros de texto, y material escolar. De manera que he decidido, hoy mismo, que voy a hablar aquí de Xerox. Aquí, porque es más cómodo. Ya tendré tiempo de enviárselo personalmente a alguien de Xerox. De hecho, y aunque no conozco su nombre, este artículo va dedicado a la comercial de Xerox que me llamó por teléfono —y yo estaba en clase, como siempre—, preguntándome si necesitaba más tóner. A esa mujer de Xerox.

Mi moto sigue llevando la pegatina de la manzana. Ninguna otra. El espacio publicitario de mi moto, que es una extensión de mí mismo, lo decido yo, lo pago yo. Apple ha sido, durante los mejores años de mi vida profesional, mi mejor herramienta. Mis amigos saben que mi Mac del 84 es mi mejor tesoro. Y estoy leyendo, por tercera vez, la biografía de Steve Jobs. En las paredes de mi aula, un aula pública, hay una cita de Machado, y otra de Steve Jobs.

Pues Steve copió de Xerox. Él lo sabía —lo supo durante toda su vida—, y los demás también lo sabemos. Por supuesto que una cosa es imitar (como hizo Microsoft con el Windows 3.1), y otra el primer Mac Os (el Finder, que se llamaba). Pero allí, en Xerox, estaban los genios. Los primeros genios.

Setenta copias en A3 a doble cara cada dos meses, de seis páginas. Las grapamos nosotros, sólo necesitamos el tóner. Es una publicación gratuita, sin publicidad. Mi propuesta es un cartucho de tóner (uno de cada color), por un módulo de publicidad, durante todo el Curso escolar 2015-2016, que ponga, "Financiado (o promovido, a elegir) por Xerox".

En clase, el mes pasado. Están corrigiendo el dictado, que he tenido que escribir con el maldito Word en la pizarra. Suena el teléfono.

Sandra, responsable de comunicación, sale disparada de su mesa.

— Colegio Carlos Ruiz, dígame… sí un momento, por favor, que le paso con el director.—

Sonrío a Sandra, mientras pienso que es la mejor Responsable de Comunicación que he visto, y ella me pasa el auricular.

— Dígame.
— Buenos días, le llamo de Xerox. Siento molestarle (su voz denota que se ha dado cuenta de que quien ha contestado es una niña. Una niña, que ha aprendido a usar al teléfono.) Si le parece le llamo en otro momento. Llamo de Xerox, sólo quería saber si necesitaban mas tóner.

No atiendo llamadas por teléfono que no sean urgentes. Además, ellos —mis alumnos—, prestan mucha más atención en esos instantes que cuando explico cualquier cosa. De manera que trato de que la conversación sea lo más breve posible.

— Ah, entiendo, es que estoy en clase. La verdad es que la impresora es una maravilla —es verdad que es el Ferrari de las impresoras, pero eso no se lo dije—, pero según la última factura, el tóner debe estar hecho de sangre de unicornio. Ya os llamaré yo el curso que viene. Buenos días, y gracias por llamar.

Nada más colgar el teléfono, Mariano, al que le tengo dicho desde hace dos años que me pregunte cualquier cosa que diga yo y que no entienda, me pregunta:

— Profe, ¿qué es sangre de unicornio?

Aquella mujer sonrió. Lo hizo por teléfono, pero lo escuché, no le importó que yo me diera cuenta. Es un tóner muy caro. Supongo que en eso consiste ser una gran comercial, en comprender verdaderamente al cliente, en tratar de ponerse en su lugar.

Una escuela pública, con un periódico premiado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Si en Xerox España no tenéis presupuesto para estas cosas, pedídselo a los americanos. Es más, aquí tenéis el link, que lo paguen ellos. ¿No quieren promocionar el español?

Si alguien de Xerox me contesta, prometo contarlo aquí.




7 de junio de 2015

Sin carteles

En un cuento que escribí hace muchos años, titulado "Lo que había después", hablaba sobre los carteles. Es una relato autobiográfico, —uno, que tiene sus limitaciones, sueña con poder escribir algo que no sea autobiográfico…—, y cuenta cosas relacionadas con mi costumbre, que aún conservo intacta, de leer todos los carteles, publicitarios o no, que me encuentro. Bien es verdad que viviendo y trabajando en una zona rural, como es mi caso, los carteles con los que te puedes encontrar tampoco son muchos, pero eso no tiene nada que ver. Desde niño, cuando iba de Usera a la Glorieta Luca de Tena en autobús (el 47, ignoro si sigue siendo el mismo), leía todos los carteles, absolutamente todos. Podría mencionar algunos que recuerdo (la mayoría se mencionan en el cuento), como, por ejemplo en el metro, un cartel precioso, hecho de chapa y con las letras en relieve, que decía "Queda terminantemente prohibido fumar o llevar el cigarrillo encendido". Siempre he pensado que alguien, viajando en el metro antes de la existencia del cartel, y con el cigarrillo encendido, habría dicho en algún momento que "no estaba fumando". Sólo así se entendía el texto íntegro del cartel. O aquellos de una zapatería de Marcelo Usera que decía "No compre aquí, vendemos muy caro", lo que para mí fue el descubrimiento de la publicidad.

Siempre he leído los carteles, y sigo haciéndolo. Desde años, colecciono fotos hechas con el móvil de carteles que me encuentro. Un cartel para mí, quizá convendría haberlo explicado antes, es cualquier trozo de papel, hierro, madera, cartón, etc. con un texto que alguien ha hecho para que alguien lo lea. Tan sencillo como eso. Luego, a medida que pasa el tiempo, y vas acumulando experiencia como lector de carteles, desarrollas muy rápidamente tu capacidad para distinguir, a simple vista, el tipo de cartel con el que te encuentras, y dependiendo de muchos factores que ahora no voy a detallar, decides si acercarte o no, si te detienes a leerlo, o no. Una decisión única, muy personal, que tiene mucho valor, porque en la galaxia de carteles de internet, tu capacidad para elegir te lleva al límite.

Se acerca el verano, y las orillas del Burguillo se llenan de bañistas. Zonas de libre acceso, donde equipado con una sombrilla y una nevera portátil, puedes pasar un gran día por poco dinero. Zonas con pequeñas playas, donde el acceso al agua es suave, y de arena.

Olvidad los carteles. Dejad de ensuciar las rocas pintando en ellas con spray negro "No tirar basura". De la misma manera que voluntarios de Galicia han salido este fin de semana a limpiar sus playas, los vecinos del Burguillo deberíamos hacer lo mismo. Vamos a limpiarlo entre todos. No se me ocurre mejor plan para una mañana de sábado: un grupo de gente que se ponga de acuerdo para usar su tiempo libre y limpiar de basura el pantano.

Creedme, no deberíamos poner ningún cartel. Tenemos que mantenerlo limpio, es nuestra única oportunidad. Sin carteles.


19 de abril de 2015

Conocimiento del Medio

Si lo pienso, todo lo que os voy a contar a continuación lo aprendí en COU, cuando era mucho más mayor que mis alumnos. Eso me tranquiliza.

Aunque sé que a muchos les parecerá simplemente un tópico, a mí me encantaría poder enseñar lo que aprendí, lo que recuerdo, de todos aquellos sitios —a los que tiempo después fui— que me ayudaron a construir mentalmente el mapa de España, con sus diferentes lenguas, y el mapa de los países en los que se habla español. Comprendí que no se trataba de mapas, sino de maneras de pensar. Puedes recorrer España —y latinoamérica— en el Google, puedes hacerlo comiendo (mucho más recomendable), y puedes hacerlo simplemente recordando todas aquellas personas que dijeron algo que despertó tu interés.  En mi opinión, es la única manera que tengo de entender qué es el nacionalismo. Cuando escuché a estas personas, o cuando leí esto, quise ser como ellos. Soy como ellos, del mismo pueblo.

Adiós ríos, adiós fontes
adiós, regatos pequenos;
adiós, vista dos meus ollos,
non sei cándo nos veremos.
(Rosalía de Castro, Amancio Prada)


Rota, ¿dónde están tus huertos;
tu melón, tu calabaza, tu tomate, tu sandía?
Tú, el más dulce de los puertos
que la fina arena enlaza al cuello de la bahía,
dime, ¿dónde están tus huertos?
(Carlos Cano)

Si avui parlo d’amor
és per dir-vos, potser
sense força ni traça,
que he fet tantes cançons
amagant veritats
sota un joc de paraules.
És potser per això
que me cal dir-ho ara.
(Lluis Llach)

Me dicen que no quieres
que te cortejen,
pienso que lo que quieres
que te festejen.

Que te festejen tierra
de los Monegros
pues al paso que vamos
todo para yermos.
(La Bullonera)

Cuando vengas a Madrid, chulona mía,
voy a hacerte emperatriz de Lavapiés,
y a alfombrarte con claveles la Gran Vía
y a regarte con vinillo de Jerez.
(Agustín Lara)

La mujer cartagenera, levantina y andaluza,
tiene la cara morena, y la mirada andaluza.
En la brisa marinera, sus recuerdos son suspiros
que persiguen las quimeras de sus sueños y amoríos.

Cuando, lejos de mi tierra, mis recuerdos me entristecen,
busco consuelo en las coplas que mi infancia oí mil veces,
Cartagena me da pena, y Murcia me da dolor,
Cartagena de mi vida, Murcia de mi corazón.
(Autor desconocido)

Te recuerdo Amanda
la calle mojada
corriendo a la fábrica
donde trabajaba Manuel.
La sonrisa ancha
la lluvia en el pelo
no importaba nada
ibas a encontrarte con él.
(Víctor Jara)

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos
los negros, sus manos negras
los blancos, sus blancas manos.

Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte
desde el monte hasta la playa,
allá sobre el horizonte.
(Quilapayún)

Tú y yo, muchacha, estamos hechos de nubes
pero, ¿quién nos ata?
Dame la mano y vamos a sentarnos
bajo cualquier estatua
que es tiempo de vivir y de soñar y de creer
que tiene que llover, tiene que llover
a cántaros.
(Pablo Guerrero)

Pues eso, que tiene que llover a cántaros. Por algo estamos en abril.

8 de febrero de 2015

La Guardia Civil

Mariano, que es aún pequeño para entender algunas cosas, pero suficientemente mayor para entender otras, ha escrito un artículo en el mejor periódico del mundo contando que vino a visitarnos el Sargento Daniel. No todo el mundo sabe que los centros educativos podemos solicitar ser incluidos dentro del Plan Director, un programa del Ministerio del Interior para la Convivencia y Mejora de la Seguridad en los Centros Educativos. Gracias a ese programa, y como el año pasado, la Guardia Civil, representada por el Sargento Daniel, estuvo con los medianos y los mayores explicando cosas muy interesantes acerca de la igualdad de sexos, y acerca de la privacidad en internet (dos temas que personalmente elegí entre una serie de propuestas del Ministerio).

Mariano escribe un artículo sincero (él fue quien públicamente dijo que escribiría sobre ello), en el que cuenta su propia interpretación —no me atrevería a decir sus conclusiones—, sino más bien todo aquello que el periodista es capaz de recordar. Nunca he intervenido, más allá de la ortografía y la sintaxis, en el contenido de los artículos de los periodistas de este periódico, y nunca lo haré. Pero eso no impide que, en mi propio  blog, yo también escriba sobre la visita del Sargento Daniel, tratando de aportar mi propia versión. Supongo que es verdad lo que dice Mariano, que en su uniforme había más rayas en el escudo que en el de su compañero, pero yo no me di cuenta. Lo que sí recuerdo es que, al final de su charla, dijo que la profesión de maestro era de las más difíciles, y que os daba muchas gracias a todos por escuchar, y por vuestro interés. Y que yo, para terminar y para agradecer su visita, dije que ser maestro no era tan difícil, pero que ser guardia civil sí lo era.

Ahora, que acabamos de terminar la unidad en Cono sobre los servicios públicos, el municipio, y la población municipal, es cuando la visita del Sargento Daniel es muy oportuna. Hoy, en el telediario, he visto algo que creo que podría servir para explicarlo, para explicar qué es eso de la Guardia Civil, en qué trabaja el Sargento Daniel.

Una mujer, de unos 45 años, baja sonriente una cuesta, al encuentro de otra persona con uniforme verde, de montaña.

— Buenos días— saluda sonriente la mujer.
— Buenos días—, contesta sonriente el guardia civil, —¿Qué tal vais? ¿Todo bien?—
— Muy bien—, sigue sonriendo la mujer.
— ¿Necesitáis algo?
— No, se ha ido la luz, pero tenemos mucha comida, y mucha leña. Muchas gracias.
— Bueno, pues a seguir bien.

La mujer se da la vuelta, y sigue camino arriba. El guardia civil, camino abajo. Una conversación normal, pero con un metro de nieve, con nieve más allá de las rodillas.

Eso es la Guardia Civil. En eso trabaja el Sargento Daniel.

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17 de febrero, Martes de Carnaval. Daniel, nos encantaría que pudieses venir.



2 de enero de 2015

Esa ya la he visto

Vosotros hacías el cuadernillo de deberes que os preparé, y yo escribía algo, en eso quedamos.

Hace mucho tiempo que no voy al cine, pero eso no quiere decir que no me guste el cine. Sería como decir que no me gusta leer. Claro que me gusta el cine, me ha gustado desde siempre. Así que os voy a contar tres historias, que a mí me contaron hace muchos años. Vamos a jugar a las pelis. Tenéis que adivinar de qué pelis voy a hablar.

Antes de que existieran los videos, antes de que la tele fuera en color, las películas se veían en los cines. Había cines, y no sólo en la Gran Vía, incluso en la Plaza Elíptica, el Cine Oporto. Algunas veces ponían alguna peli en la tele (sólo había dos canales), pero muy de vez en cuando. En la tele lo que molaba eran Los Chiripitifláuticos, Tarzán, o una serie de marionetas ambientada en el espacio exterior, con naves espaciales y todo eso, pero muy pocas películas. Yo, la primera película que vi, al menos la primera que soy capaz de recordar, la vi en el cine Candilejas, en la Glorieta Luca de Tena. Era la historia de un huérfano, de unos ocho años, en la ciudad de Londres. Y un malo, malísimo, que acogía a todos los huérfanos y les obligaba a robar. Era un musical, una de esas pelis donde los actores cantan, y yo aprendí alguna canción, que durante años solía cantar por puro placer. Una película que se me quedó tan grabada, que creo que cambió mi vida.

Cuando fui un poco más mayor, pero no lo suficiente como para ir yo solo al cine, mi hermana mayor y su novio me llevaron al centro de Madrid, a unos cines llenos de gente joven, barbudos y chicas con botas altas, puro look de los primeros ochenta. Era la historia de un peluquero en la Alemania nazi. Por primera vez, al final de la película la gente aplaudió. Nunca más he visto aplaudir así al final de una película en un cine. Una película que se me quedó tan grabada, que creo que cambió mi vida.


Muchos años después, la gente comenzó a poder comprar y grabar películas, para verlas en la tele. La tele se convirtió en algo mucho más interesante, en algo casi imprescindible en todas las casas. Y años después, el video. Era muy difícil de programar para que se pusiera en marcha solo, pero si te gustaba, podías hacerte con una buena colección de películas. No lo sé, pero yo creo que antes eso no era un delito. El caso es que una de ellas, cuyo estreno tuve oportunidad de ver en la Gran Vía, estuvo durante mucho tiempo en el mueble bajo la tele. La vi muchas veces, y aún la sigo viendo. Cuando queráis invitar a algún amigo a casa a ver una peli, y os diga "esa ya la he visto", debéis saber que hay muchas pelis que molan tanto que se pueden ver tantas veces como uno quiera. Si te gustan a ti, es suficiente.

Esta era la historia de un chico joven, un chaval al que le gusta tocar la guitarra eléctrica, —y que vive en una preciosa urbanización—, que tiene un amigo científico. Este amigo, un auténtico genio, inventa una máquina del tiempo, y la coloca como motor de un coche deportivo. Con ese coche, los dos amigos viajan al futuro, concretamente, ahora, al 2015. Fijaos lo viejo que soy ya.

Mi hijo sabía diálogos enteros de memoria, no solo yo; durante muchos años estuve diciendo eso de "Piensa, MacFly" a mis compañeros de trabajo. En el fondo, era una historia sobre tecnología, una historia de ciencia ficción, y yo siempre he sido muy aficionado a la ciencia ficción. Ahora que ya estamos en el futuro, he visto vídeos en Youtube del monopatín aeroflotante, de los cordones autoajustables de las zapatillas, mi sobrina de cinco años me llama ella sola con el Ipad… aquel futuro no estaba tan alejado de la realidad. Muchas de las cosas que contaba aquella historia se han conseguido.

De la misma manera que a vosotros os hablo del lado oscuro de la fuerza, para mí el condensador de fluzo sigue siendo la caña. A día de hoy, no ha habido un invento igual. ¡Y usaba basura como combustible!

No hay nada tan apasionante como los retos que ante sí tiene el ser humano.