21 de enero de 2010

Querido diario

Querido diario:

Hace tanto tiempo que no escribo, que me da un poco de vergüenza hacerlo ahora. Por eso he apagado el mac (y ahora lo he vuelto a encender). Acabo de volver del cole; hoy es uno de los pocos días que no llego a casa a las 10 de la noche. Después del cole, y hasta el mes de febrero, tengo que ir a un curso de formación de directores a 100 km de aquí. En Madrid. Pero no pienses que te digo todo esto para excusarme. Lo digo porque acabo de darme cuenta de que escribirte es una necesidad, no una obligación. Y hay cosas que no son necesarias, pero son obligatorias; pero las más curiosas son aquellas que no son obligatorias, pero son necesarias. Por ejemplo, hacer pis. O respirar. O llorar. O reír. Pues yo necesito escribirte, querido diario.

Hoy he llegado pronto a casa. Pero tengo que preparar para mañana los exámenes de Cono para los de 4º, los de 5º y los de 6º (recuerdo que esto es una aula unitaria). Por no hablar de la lista del dinero del comedor, de la carroza de los carnavales, las goteras en la clase de Infantil, el cierre de cuentas (esto no lo debería de decir, espero que no se enteren de que aún no lo he hecho), el dinero de la excursión, etc, etc, etc.

Pero si no te escribo yo, ¿con qué cara puedo exigirles que escriban ellos? Les dije en Navidades que escribieran un diario (obligatoriamente), y yo no lo he hecho. ¿Cómo van a comprender lo importante que es leer, si no dan con la clave -ese momento maravilloso, que sólo ocurre una vez en la vida- de leer algo que de verdad les interese?

Por eso te escribo, querido diario. Escribo para mis alumnos. Para todos ellos.

Esta tarde:

Estoy en clase de Cono, con los mayores (la terminología de la Consejería de Educación es, como bien sabéis, distinta a la nuestra. En nuestro cole hay pequeños, medianos y mayores. Y cada uno de ellos tiene perfectamente asumida su condición de pequeño, de mediano, o de mayor.) Entra Carlos, mi compañero de los pequeños, nos mira a todos y dice en voz alta:

- ¡Perdón por interrumpir! Sólo quería decir, para que lo sepáis todos, ¡QUE DANIELLE YA SABE LEER!!!

Yo, de forma inmediata, he salido corriendo de mi clase, empujando a Carlos.

Danielle estaba tumbada en la alfombra (una alfombra que no es una alfombra, una cosa de esas de plástico), con un libro en la mano. No estaba sentada, poniendo cara de niña buena y aplicada. Estaba tumbada boca-abajo, moviendo instintivamente los pies y leyendo tranquilamente. Muy despacio, muy despacio, pero enterándose de la historia. La he llamado, y me ha mirado sonriendo. Luego se ha sumado Fernando, el profe de los medianos, a escuchar a Danielle.

- ¡Danielle! ¿ya sabes leer? - he preguntado.

No me ha contestado. Me ha sonreído y ha seguido leyendo. Como cuando uno está leyendo y le hablan. Pues igual.

Cervantes

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No sé, de verdad, si quedará algún antiguo lector por ahí. Si lo hay, os pido por favor -una vez más- que pongáis algún comentario a mis alumnos en El Correo de Rozas de Puerto Real, necesitan saber que además de sus familias, también puede que haya más lectores desconocidos por ahí...)