Recuerdo que el año pasado os hablé del bar donde tomaba café antes de entrar al cole. Os decía que el camarero (es decir, el dueño) y yo no hablábamos nunca, más allá del obligado buenos días.
Este año he cambiado de pueblo, y por tanto de bar. Llego muy pronto, y habitualmente abro el mac -lástima que lo de la wifi en los pueblos sea aún una quimera-, miro lo que tengo para hoy y preparo algo de trabajo. Mientras tanto, el señor que me pone el café-cortado-con-leche-del-tiempo mira por la ventana, o escucha las noticias en la tele. El café cuesta un euro (más barato que el del año pasado). Bien servido, sin pedirlo, y en una barra amplia donde generalmente estamos él y yo solos.
Pero es que, además, hoy me ha invitado a otro. Dada mi condición de funcionario público, quizá no debería de decirlo, pero, como estoy seguro que esto no lo va a leer -es un señor mayor, que tiene mucho trabajo y poco tiempo libre-, me ha parecido todo un detalle. Además, no creo que, aunque siga tomando café allí, un día se le ocurra regalarme un traje.
5 de noviembre de 2009
El café del bar
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3 de noviembre de 2009
El pensamiento mágico
Lamentablemente, como muchas otras cosas, a medida que crecemos los seres humanos vamos perdiendo algunas capacidades, por la simple razón de que son inexorablemente opuestas a otras que debemos asimilar. Una de estas capacidades que perdemos es el pensamiento mágico; claro que no todo el mundo pierde del todo esta capacidad -la mayoría de las personas que la mantienen se convierten en grandes escritores, como Roald Dahl o Hans Christian Andersen-.
Hacía muchos años -más de veinte- que no volvía a dar clase en Infantil (hace tantos, que la última vez que entré se llamaba Preescolar...). Este año doy clase de Inglés en Infantil (4 y 5 años). Rescatando una vieja técnica, que sigue funcionando muy bien, a los pocos días de empezar el curso les presenté a un nuevo niño de la clase. Se llama Jimmy, y no sabe hablar español... sólo habla en inglés. Cuando me toca dar Inglés en Infantil, y Jimmy no está (duerme en una caja de madera en el despacho de dirección), todos los niños preguntan por él. Entonces voy a buscar a Jimmy y cantamos y jugamos con él.
Pero, el otro día...
Dani:
- Profe, ¿y por qué Jimmy no se cambia nunca de ropa?
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