18 de diciembre de 2014

Querido sistema operativo

El otro día, de camino al cole, recordé que ya hace treinta años que nos conocimos. Te llamabas Finder, y vivías en el Mac de 1984. Tu primera casa. Treinta años viviendo juntos, veinte de ellos en una oficina, y el resto en clase. Y hasta ahora, nunca se me había ocurrido escribirte.

Tú sabes mejor que yo, porque tú eres software y yo no, que el verdadero poder no reside en la velocidad del procesador, ni la cantidad de RAM, sino en la capacidad de aprender. De aprender del usuario, de comprenderlo, de adaptarse a sus necesidades, a sus circunstancias, a su trabajo, a su habilidad, a sus conocimientos. Esa es la verdadera y única razón de quienes escriben software, principalmente los que se dedican a sistemas operativos, gente brillante como los que te crearon, y gente como los que te fueron mejorando desde entonces, en estos treinta años de vida. O gente como los del Android, el Linux… incluso la gente de Microsoft (que cada vez lo hace peor, dicho sea de paso). Todos ellos trabajan para crear un sistema que sea mejor cada día, que conozca tus gustos musicales y que sepa que tu tipo de letra favorita es la Rockwell.

Eres ya toda una persona mayor, y me ha encantado verte crecer. Yo he aprendido mucho contigo, mucho más de lo que podía imaginar cuando usé MacPaint por primera vez en aquella tienda, con aquel ratón. Mi mano hablaba contigo, y tú sonreías.

Sin embargo, y lamento decírtelo, noto que cada vez estamos más alejados. Tú no estás aprendiendo nada, ni yo tampoco. Es más, me tienes bastante mosqueado. Empiezo a estar harto, y eso no es buena señal, de que cada actualización sea peor que la anterior, y además me obligues a aprender a hacer cosas que ya sé hacer, pero de otra manera. Estoy acostumbrado, desde siempre, a tener que buscar en Windows lo que fácilmente hago en el Mac, pero me niego a aprender más veces, cada vez de forma diferente, lo que hago en mi propio Mac. Eso no es evolucionar, y tú lo sabes. Me ha molestado mucho que desapareciera la estantería de madera de mi Ipad, en la que tengo todos los números en PDF de El Correo de Rozas de Puerto Real, y que en su lugar aparezca un insulso fondo plano. No sé si la culpa es de Jonathan Ive, que se le la ido la olla, o quizá de los de marketing, pero es evidente que aquí pasa algo: ni yo aprendo, ni tú te adaptas. Me da la impresión de que sólo quieres saber cosas de mí para vendérmelas, no para que yo las descubra. Elegir por mí no es adaptarte, elegir por mí es negar que existo. Puestos a existir, aquí el único que existe soy yo.

Aunque quizá sea solo que me estoy haciendo mayor. Salud!, por otros treinta años.

7 de diciembre de 2014

Poner canciones

En los años en los que yo estudié Magisterio, había gente, como yo, que se reunía en las casas para poner canciones. Era una especie de juego, en el que cada uno de los participantes escogía una canción —que generalmente todos conocíamos—, y se escuchaba con devoción. Canciones que hablaban a la gente, como Te recuerdo, Amanda. Aunque parezca ahora mentira, los jóvenes de aquella época, o al menos los que eran como yo, gente que trabajaba por la mañana y estudiaba por la noche, soñábamos con serpientes, y buscábamos un unicornio azul. Éramos los que cantábamos Ojalá, haciendo la segunda voz con Silvio. Los que conocimos a Vainica Doble.

Había gente muy aficionada al cómic —ahora los llamáis frikis—, y gente aficionada a la canción de autor. Unos leían 1984, mucho antes que 1984. Y otros supimos quién era Labordeta mucho antes que el resto.

Entiendo que nos poníamos muy pesados, con lo de Brassens y todo lo demás. Entiendo, pero no comparto, que mis mejores amigos me llamen "el triste", por la música que escucho. Pero uno no es dueño de su tiempo. Es más, como maestro de la escuela pública, yo diría esclavo de su tiempo. Hay que elegir una canción para el Festival de Navidad. Y creo que UNICEF ha elegido la misma. Si tenemos que aprender alguna, vamos a escuchar todos los días la misma. A escuchar, a traducir, y a entender la canción. Porque las canciones tienen dos cosas muy importantes: la música y la letra.

Un año más, Imagine, de John Lennon.

4 de diciembre de 2014

Feliz Navidad, queridos lectores

"Aprovecho para mandar un saludo y que paséis buenas fiestas a mis queridos lectores."


Eso es lo que cuenta Mariano en el último artículo del año, y el último en aparecer en el último número de la versión impresa, que todos los niños saben que lo repartiremos el último día de clase, en el Festival de Navidad 2014 del Colegio Público Carlos Ruiz (el día 19 a las 12 h., estáis todos invitados).

En el fondo, hay sólo una razón para que este blog tenga un único enlace. Podría tener enlaces a miles de sitios, y no hablo de publicidad, sino de enlaces, links, o como queráis llamarlo. Ese texto que aparece de otro color, y que si pinchas en él te lleva a otro sitio (y te saca de donde estés, claro). Eso, en una página gratuita, como es esta, es un acto de solidaridad, de compartir gustos, o simplemente de hacer amigos. El único enlace de este blog es al mejor periódico del mundo. Todo el mundo lo conoce ya por ese nombre.

Ni Mariano, ni yo, sabemos dónde estáis, ni quiénes sois. No sabemos si sois muchos o sois muy pocos. Pero sabemos que existís. Esto no es la leyenda de Sara, esto es real. No sabemos si pasa mucho tiempo desde que lo escribimos hasta que lo leéis, no sabemos si lo leéis desde un ordenador —que es lo suyo—, o desde una tablet, o desde el móvil. O quizá… sólo en el papel. Por eso sigue siendo tan importante la versión impresa: porque convertimos la entrega de un objeto físico, su reparto en cada aula, en todo un acontecimiento. Porque ese día todos los niños del cole, incluidos lo que lo aún no saben leer, salen a la puerta con el ejemplar a todo color en la mano. Nos gastamos una pasta en toner, pero no hemos reducido la tirada desde hace cuatro años. Tampoco la hemos aumentado, claro está. Un ejemplar para cada niño, alguno más si me lo piden para familiares, dos o tres para el bar, y otros dos o tres que llevo siempre en la cartera.
El otro día, una madre me pidió un ejemplar del número anterior. Me dijo que su padre (el abuelo de la niña), leyó los números anteriores, y le había pedido el último. Le di dos ejemplares a la madre, contestando "toma, toma, que lea la prensa el abuelo". Siempre guardo tres o cuatro ejemplares en el despacho, y no pierdo la oportunidad de regalarlo al primero que llega (el otro día no le di uno al de SEUR de milagro). Así que, si os interesa algún número atrasado, podéis pedírmelo sin problemas (pero tened en cuenta que están todos los PDF's desde el primero hasta el último).

Pero Mariano sabe que existe la posibilidad de que alguien nos lea desde muy , muy lejos. Puede que desde países que aún no sabemos situar bien en el mapa. Quizá, incluso, desde Bolivia. Hasta allí no llegará la versión impresa, pero puede que lean lo que escribimos. Puede que entiendan lo que contamos, puede que vean las fotos que ponemos. Puede que nos estén viendo. Por eso es tan importante la versión en internet.

Este blog no tiene una versión impresa, sólo digital. Pero eso no quiere decir gran cosa. Eso da igual. Os deseamos, todos los alumnos del cole, y yo, una muy feliz Navidad, queridos lectores. Allá donde estéis.