26 de marzo de 2008

Mi primera entrevista de trabajo

Fue en 1984. Las paradojas, que me han acompañado toda mi vida, hicieron que ese año terminara Magisterio, conociera el mac y a Steve Jobs -aunque nunca personalmente-, se acabara aquel magnífico cómic y muchos recordáramos el título de la novela de Orwell. Y mi primera entrevista de trabajo. Todo junto. En aquel año, el anuncio más caro de todos -el intermedio de la final de la Super Bowl- mostró al mundo lo que Apple se proponía hacer, y en lo que fracasó, según se supo años más tarde. En la novela, escrita muchos años antes, la acción totalitaria de un gobierno obligaba a los ciudadanos a cumplir todo tipo de leyes y normas. Y Apple se disponía a demostrar que 1984 no sería como 1984. IBM era el "gran hermano" y la gente de Apple quienes encabezarían la liberación. Después, poco después, un tipo gafotas encontró una tercera vía (ahora acaba de decir que se jubila).

Mientras tanto, yo leía a Piaget, a Erich Fromm, a Saint Exupery... y también los cómics de Carlos Giménez. En esas estaba cuanto mi profesora de Lengua, interesada en ayudarme dada mi precaria situación económica, me recomendó para una plaza de maestro. Aún no había terminado Magisterio, pero me quedaba muy poco. Pronto podría abandonar aquel maldito taller donde mi padre se dejó la vida, y ejercer de maestro. Aquello se convirtió en la primera oportunidad de conseguirlo. Una plaza de profesor de Lengua en el colegio del Pilar, en la calle Castelló. Después de una serie de preguntas y respuestas sin ningún fundamento, aquel cura me preguntó:

- Bueno... ¿Ángel me has dicho que te llamas, no?

-Sí.

- Bien, Ángel. ¿Tú que opinas de la disciplina?

(Intenté una respuesta mixta. No quería mostrarme como un ser totalitario, pero sabía que tenía que decir también algo a favor. )

- Mira, Ángel. Cuando entres en clase, debes ser capaz de hacer callar a todos sólo con tu mirada. Eso es lo que debes aprender.

Allí se acabó la entrevista. Creo que no he vuelto a pasar por esa calle nunca más. Ni por casualidad.

Para futuros maestros:
Os escribo desde la escuela pública. Pero, si algún día tenéis que hacer una entrevista de trabajo en la escuela privada, no se os ocurra, ni por lo más remoto, intentar una respuesta mixta. Si la cagáis, que sea al menos con estilo.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Es esa cara que pones cuando te enfadas? ¿La que nos hace gracia a Coral y a mi? Pues más que callar albrota más la clase...

Anónimo dijo...

alborota, perdón...

Mújol dijo...

Claro, aún no he aprendido a ponerla. Pero en cuanto aprenda os vais a enterar.

¡A cenar y a dormir!

(leyendo un poco antes).

Fernando dijo...

Llevo unos días trabajando (es un decir) en casa, peleándome con una traducción endemoniada y de sintaxis imposible. Cuando hago minidescansos visito mis blogs favoritos: Notinat, Malaprensa, Nickjournalarcadiano y el Mújol, al que ya me enganchado.
Lo que cuentas suele ser muy ameno y me suele recordar vivencias comunes o personales.
Lo del taller en el que trabajabas con tu padre (y tus tíos y tus primos y...) lo recuerdo bien. Eran aquellos interminables veranos en los que yo holgazaneaba y a ti te obligaban a madrugar para ir a currar. Me contabas que cuando estabas en aquel taller realizando la tarea repetitiva y alienadora que te hubieran asignado, te evadías de allí usando la técnica que describía Henry Charrière en la novela autobiográfica “Papillon”. Consistía en dejar volar su imaginación cuando estaba en la mazmorra. En el fondo era una técnica muy zen, ya que la realización de movimientos repetitivos favorece la introspección. El objetivo es la reintegración del individuo en la conciencia pura. Para alcanzar ese objetivo es necesario recorrer, en sentido inverso, el sendero de la manifestación. Y la energía (en tu caso el torno o el martillo pilón) es el vehículo mediante al cual la conciencia individual se une con la conciencia pura. El final del camino de regreso es conocido como el despertar, un estado de «superconciencia».
Bueno... a lo que iba. Me has recordado que yo también fui profe. Estuve un verano (creo que en el 84) dando clases de inglés a los alumnos que habían suspendido en junio. Era, como podrás imaginar, un colegio de pago. En la entrevista, el director no me habló de disciplina pero sí me dio a entender una cosa: esos niños tenían que aprobar en septiembre, costase lo que costase. Lo que costó fue repetir el examen cuatro veces, haciéndolo cada vez más fácil hasta que, efectivamente, hasta el más zote de todos hubo aprobado. Así nos luce el pelo.

Irreverens dijo...

Hombre, lo de ganarse el respeto cuesta un huevo (con perdón). Yo, que mido 1,58 y que con 20 años aparentaba 15, tuve que ponerme a dar clases de inglés al peor grupo de toda la escuela (ellos sí tenían 14 años) en horario extraescolar... Allí aprendí el difícil arte de conducir sin herir ni ofender pero ganándote el público. Uf. Lo logré. Pero no me quedaron ganas de repetir.

Y eso que al cabo de los años un padre con el que me crucé por la calle incluso me fecilitó porque la única vez que su hijo abrió el libro de inglés en su casa fue cuando yo estaba de profe.
:)))

Besos

Anónimo dijo...

Qué no la sabes poner?????

Pero si la pones todos los días!!!!

Rodros dijo...

Pues hablando de profesores "novatos" recuerdo a mi profesora de inglés de BUP. Era muy joven y el primer día llegó con traje gris, gafitas, pelo recogido.... y acabó llorando en la tarima.
El segundo día se puso un top ajustado, se quitó las gafas y se soltó el pelo: no dijimos una palabra (y por la tarde el equipo de limpieza tuvo que hacer horas extra para limpiar la baba que había pegada al suelo).

Al final fue una profesora ejemplar.

No sé si quedarás muy guapo con top y pelo suelto :) pero por intentarlo que no quede, no? XD

Anónimo dijo...

Aquel cura tenía razón; antes no hacia falta esa mirada, porque con la vara o el cachete se solucionaba, pero ahora es otra historia.

Kim dijo...

Perdón, que a lo mejor me he perdido, pero cuál fue tu respuesta mixta, nenico?