Nunca me han gustado los tests. Desde que era muy pequeño, siempre se me ha dado muy mal. Incluso la misma palabra, test, no me gusta nada; todo lo contrario que la palabra calafatear, que me encanta. Aunque está demostrado que es la forma más eficaz (por ser la más rápida) de comprobar la adquisición de conocimientos, también es una de las formas más eficaces de ignorar los valores; lo que pasa es que, al final, lo-que-cuenta-para-nota, no son los valores. Pero hay otra razón económica más poderosa: la corrección de tests, esto es, la comprobación de adquisición de conocimientos, se puede llevar a cabo de forma mecánica: hace años que los ordenadores corrigen los tests (y en plural, me gusta menos todavía). Por eso, entre otras muchas cosas, en el examen de conducir ponemos cruces, en vez de responder a preguntas como "Dígame qué opinión le merece un paso para peatones", por poner un ejemplo.
El primer test al que me enfrenté en mi vida fue en la "prueba de ingreso" para aquel colegio privado, de mal recuerdo. Con los años, comprendí que la "prueba de ingreso" estaba más bien sujeta a la solvencia económica de mis padres, no a los resultados del test. Fue mi primer fracaso escolar. He de decir, en mi defensa, que también fue una trampa. Un ardid vil y cobarde, propio de una mente cobarde. Y, a los seis años, eso no se hace.
Salí de aquel primer día de cole, y mi madre me preguntó:
- Bueno, ¿qué tal? ¿qué te han preguntado?
Yo contesté:
- Buah, era fácil (supongo que en realidad diría algo parecido a "estaba chupao"). Me han preguntado: "Las vacas blancas dan la leche blanca... ¿y la vacas negras?" ¡Pues negra!.
Eso no vale. No vale poner trampas. Siempre he pensado que deberían repetirme aquel examen.
10 de marzo de 2008
Los tests
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7 comentarios:
Pues yo que tu seguiría contestando lo mismo si te hicieran el test ahora, por eso de no perder la naturalidad... Se de uno que ante un examen tipo test del que no sabía respuesta alguna, contestó en un gran hueco que había en blanco: Lo que el viento se llevó... Pues ya ves, yo le habría puesto un 10. Y a ti también en lo de las vacas. Ole, ole y ole!
jijijijiji.
Ups, perdón.
:P
Que mala leche los examinadores. He estado dándole vueltas a lo que has escrito y al ejemplo que has puesto. Me parece muy significativo. El paso de peatones es para muchos una cruz en un test y no un lugar en el que hay que extremar las precauciones.
Tampoco a mí me gustan los test,se hacen por vaguería de los examinadores, y no reflejan los conocimientos que puedas tener sobre una materia, aunque debo reconocer que no se me daban mal, sería por suerte, espero que el próximo que tengo me salga bien.
A mi tampoco me gustaron nunca los exámenes tipotes. Sobre todo por el nombre.
Y las trampas tampoco. Pero hombre, eso de la leche negra....
Y yo que con los tests siempre he tenido la sensación de estar rellenando quinielas...
Buena respuesta, sí señor. :)
Yo también hice el examen de ingreso con seis años. Te vas a reír, pero me daba tanto miedo que no me cogieran por ser zurdo, que hice todo el examen con la diestra. Qué sudores pasé, gensanta...
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