31 de marzo de 2008

La alegría de vivir

Este sábado he estado en Madrid, viendo la exposición de Picasso en el Museo Reina Sofía. También estuve con mi hijo, hablando de todo un poco, de la facultad, de su grupo de música, de su beca Erasmus... Con mis alumnos, además de preparar el examen de Cono de mañana, hemos estado comentando los temas del próximo número del mejor periódico del mundo, El Correo de Cadalso. He mencionado en alguna ocasión que tenemos unas fotocopias preparadas -el papel oficial del periódico- y dispuestas en una bandeja, en la clase. Tienen la cabecera del periódico, un espacio para poner el título y el autor del artículo y los necesarios renglones para escribir a mano sin torcerse. Lo único que falta es el tema. ¿Sobre qué escribir?

Hablando de las nuevas canciones del grupo de rock de mi hijo, yo trataba de animarle a que escribiera las letras. Hasta ahora, parece que sólo uno de sus amigos se atreve a escribir, y a mí me gustaría que él también lo hiciera (porque estoy convencido, cómo no, de que lo haría muy bien). Pero ¿sobre qué escribir?

Si analizo rápidamente las diversas obras de arte que me han emocionado (emocionar y ser útil...) a lo largo de mi vida (literatura, cine, pintura, canción) todas han surgido, de una u otra manera, de una experiencia intensa en la vida del autor, una experiencia vital. Paseando por delante de los cuadros de Picasso, uno puede experimentar fácilmente -mis alumnos también lo harían, y a mí me gustaría mucho que lo hicieran- los diferentes estados de ánimo por los que atraviesa el autor. El horror, la desesperación, la tristeza y, en la cuarta sala, (Picasso 4), la alegría de vivir.

Le decía a mi hijo que cuando uno escribe bien es cuando está muy triste, o cuando está enamorado. Quizá los genios también son capaces de hacerlo en cualquier otro estado de ánimo, pero eso queda reservado para ellos.

El tema del próximo número de El Correo de Cadalso es la alegría de vivir. En Cadalso, en El Tiemblo, en Cenicientos, o donde sea.

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Foto de una pared de mi casa. Una ventana que tengo para poder salir por ella.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo importante es vivir con alegria, sea donde sea, aunque lo cierto es que hay sitios en los que es mas fácil tener esa alegria: un ejemplo son todos estos pueblos de la zona,en los que realmente se vive muy bién y si necesitas algo más pués coges el coche o el autobus y te acercas a la ciudad más próxima.

Fernando dijo...

Dave Eggers, un escritor norteamericano, tiene una interesante teoría sobre la razón de que escuchemos compulsivamente –los que lo así lo hacemos– determinadas canciones: es para “resolverlas”, como si fueran ecuaciones o sudokus. En una fase temprana de nuestra “aventura” con una canción nueva, hay un momento de asombro emocional, eso nos hace escuchar esas obras de arte de tres minutos –las canciones de música pop–hasta que ya están resueltas y entonces dejamos de escucharla tanto.

Para que tu hijo llegue a escribir buenas letras, yo diría que primero tiene que haberle dejado su novia. Cuanto más traumática sea la ruptura, mejor será la canción. Si te fijas, las mejores canciones pop –por no decir todas– cuentan lo hecho polvo que está el/la cantante porque su pareja le ha abandonado (break-up songs, en inglés). Por no hablar del blues o del flamenco.

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo. Pero es muy difícil que esté de acuerdo con algunas cosas últimamente. Es cierto que hay maravillosas canciones nacidas de vivencias muy dolorosas, pero hay también maravillosas canciones nacidas de vivencias muy gratificantes, enriquecedoras e, incluso, amorosas. Podría nombrar unas cuantas, bastantes, pero en este preciso instante me voy a dar una vuelta con mi perro. (Tu ventana es mágica).

Paco Bernal dijo...

Hola!
Yo creo que, en general, las canciones nacidas de una experiencia dolorosa producen más simpatía (todos los dolores son diferentes, la felicidad es única) y por eso la gente las recuerda más. También porque, dramáticamente, dan más juego. Pero hay canciones fantásticas que te ponen de buen humor. Por ejemplo, las rumbas. Son fantásticas y te ponen a tono allá donde estés (por lo menos a mí). Hay toda una línea de música graciosa, japi miusic, que no nace de un sentimiento doloroso.
Yo creo que lo que hace falta para escribir, y tú lo sabes bien, Mújol, es tener algo que decir. El día que necesite decir algo, y si le da por ahí, tu hijo cogerá un boli y apuntará en una servilleta lo que sienta. Sea triste o alegre.
Y estamos de acuerdo: el arte es comunicación o no es.
Abrazos desde Austria,
P.

Fernando dijo...

Perdona que vuelva, pero se me olvidó decir que una de las primeras canciones a cuya génesis asistí la compuso Eduardo Verduras (El Chito) hace treinta y tantos años. No recuerdo la letra..., mmm, bueno..., ahora que lo pienso, no tenía una letra muy coherente porque era en inglis pitinglis inventado, de ese en plan "wachu wanasei, tell mi wachuwan", pero recuerdo perfectamente la música y el estribillo: "Her name is Alice Tamargo, Tamargoooo, oh, oh"

Irreverens dijo...

Durante demasiado tiempo sólo fui capaz de escribir estando triste... Luego me pasé años sin ensuciar ni un solo gurruño de papel.
Ahora me pongo pequeños retos para escribir "fuera de mí". Como ejercicio racional más que pasional.

No tengo ni idea de por qué lo hago. Sólo sé que quiero hacerlo.
¿Pulsión?
:)

Besos y ánimo a los autores del Correo de Cadalso y a tu hijo con las letras.

Rodros dijo...

Estoy de acuerdo con Esther. Hay grandes canciones que no tienen que ver con el desenganho o con el dolor. Igual que hay comedias estupendas, obras maestras del cine, también hay canciones de buen rollito, alegres por definición. Pero hay que darle la razón a nuestro mújol cuando dice que en un estado melancólico, las letras salen mejor. YO creo que es que cuando estás alegre lo que te apetece es salir a tomar unas cerves, estar con tu churri, viajar... y cuando estás más apagaete pues como que te encierras más y pasas más tiempo solo, y le das vueltas a las cosas y patatín y patatán.

Kim dijo...

Yo coincido también con Rodros. Sabina dijo una vez, que él cuando está feliz, lo que quiere es irse a vivir, y no quedarse a escribir.

En cualquier caso, siempre he defendido que todas las teorías son válidas, y que lo único que es (o debería ser) común, es el tener cosas que contar y querer contarlas. Después, se hará mejor o peor, más triste o más alegre, pero también hay público para todo.

Mújol (te la devuelvo): estuviste en Madrid y no me llamaste???

Alba Stark dijo...

Que ventana más bonita...