15 de enero de 2008

Un invento de mi madre

Estas navidades le he regalado a mi madre mi blog impreso. Todo, desde la primera entrada hasta la última, antes de las vacaciones. Le gustó mucho -lo leyó entero de una sentada- pero me dijo algo que me sorprendió. Me dijo que le gustaba aún más la primera parte, la de antes de volver a trabajar como maestro. Me sorprendió porque pensé que justo esa parte era la que le resultaría más aburrida, y que entendería pocas cosas de lo que yo comentaba. De hecho, aunque me tomé la molestia de imprimirlo todo, estuve a punto de darle sólo a partir de volver de maestro. Pero uno nunca sabe lo que piensan los demás sobre lo que escribes. Aunque sea tu propia madre.

Tengo un alumno que es un auténtico desastre. Ya os he hablado de él -aunque sin mencionar su nombre real, como hago siempre-. El día que no se le olvida el libro, se le olvida el cuaderno. O el lápiz. O el saca. O la goma. Tiene mote, y se llama igual que yo...

Cuando era pequeño, -me llamo Mújol, no Abuelo Cebolleta-, mi madre estaba desesperada. Yo era más pequeño que mi alumno, pero igual de desastre. Además, en aquellos años de tardoposguerra -Grupo Escolar General Moscardó, Usera-, el presupuesto para material escolar era muy reducido (aunque a mí nunca me faltó nada). Pero mi madre tenía que comprarme un lápiz prácticamente cada día: se me perdía. Salía de clase sin el lápiz, y en la mayoría de las ocasiones sin la cartera. Entonces, en un momento brillante, como muchos de los que ha tenido en su vida, inventó algo. Me cosió una goma elástica -de esas que antes llevaban los calzoncillos y las faldas- al lápiz, con una muesca que hizo con una navaja. Y cosió otra goma a la goma, a la de borrar. Los extremos de ambas gomas los cosió a su vez a cada bolsillo del babi. Yo sólo tenía que coger el lápiz, que iba colgando, y escribir. Y si necesitaba la goma, ahí la tenía siempre, delante de mí. Luego, sin darme cuenta, abría la mano, pero nunca Newton pudo conmigo, gracias a aquel invento. La fuerza de la gravedad, una auténtica molestia, no me afectaba, gracias a mi madre. El lápiz y la goma no se caían.

No cuento esto para que mi alumno lo haga -es demasiado mayor para eso-. Sólo lo cuento para ver si a mi madre le gusta más este artículo. Aunque no pudo estudiar, es una auténtica profesional de la lectura.

3 comentarios:

Mariano Zurdo dijo...

Deberían de poner un monumento a tu madre.
Y a ti tampoco te inventó mal del todo, XD

Anónimo dijo...

Sigue escribiendo que ya te lo imprimo yo más adelante eh.

Irreverens dijo...

A mí me encantó esta entrada, por ejemplo, pero no comenté...

Saludos