19 de diciembre de 2006

Soy maestro

Antes que nada, y antes de contaros esta batallita, he de deciros que soy maestro. Lo de la informática vino después. Además, no soy informático. Desconfío de la gente que responde a la pregunta de "¿A qué te dedicas?" con un rotundo "Soy informático". Es tan absurdo como decir "Soy electrónico". En mi caso, el primer contacto con la cosa de los ordenadores -los primeros tiempos de los Spectrum- me vino a través del Ministerio de Educación.

Llegó un día un inspector al colegio donde trabajaba, y preguntó si alguno de nosotros sabía inglés, porque estaba intentando organizar un curso para maestros con una señora americana y unos ordenadores que había traído. La señora se llamaba Mrs. Thompson -ya en aquel entonces tendría unos 60 años-. Y el curso era una especie de lenguaje de autor, para preparar preguntas y respuestas, basado en ordenadores Apple IIe. Sí, aún Steve Jobs y Steve Wokniak no habían inventado el Macintosh. Lo harían poco tiempo después, justo tres meses después, con aquel histórico anuncio en la SuperBowl, basado en el libro de Orwel. Era 1984. ¿Cuántos lectores de esto no habrían nacido?. Con razón me llaman "el abuelo" mis amigos blogeros.

En España, aparte de unos cuantos Spectrum en el mercado doméstico, y sólo para jugar, prácticamente no existían los ordenadores personales. Pero terminó aquel curso, y yo me quedé con las ganas de seguir practicando aquello. Mrs. Thompson, al despedirse, me dió un disco con el programa. Era mi primer programa. Mi primer disco. Y yo sin ordenador donde meterlo. Era un disco 5 1/4, un disco flexible. Un "floppy".

Llegamos mi padre y yo a una tienda que había en Madrid -hace años que desapareció- con el disco de Mrs. Thompson, y un papel donde yo había escrito Apple IIe. El sistema operativo del Apple IIe era tan horroroso como el MS-DOS. Algo terrible. Pero así eran los ordenadores.

- Buenas tardes, queríamos ver si tienen este ordenador.
- A ver... sí, el Apple IIe, aquí lo tiene.

En aquel momento, al lado del Apple IIe, había alguien sentado delante de otro ordenador, mucho más pequeño, pero con una cosa unida al monitor por un cable. Y aquel tío movía la cosa, y el trazo se reproducía en la pantalla. ¡Estaba dibujando! Dibujando "a mano alzada" con un ordenador. Mi padre -que durante toda su vida fue un apasionado de la tecnología-, y yo nos quedamos petrificados.

- ¿Y éste? ¿Cuánto cuesta?
- Ah, este acaba de salir, pero no funciona como el Apple IIe. Es "incompatible".

Era la primera vez que yo escuchaba la palabra "incompatible".

- ¿Quiere decir que el programa que traigo no funciona en ese?
- Sí, eso es. Los programas del Apple Macintosh no son iguales. Ni siquiera los discos son iguales. Son más pequeños.

Mi padre, -no yo-, gastó todos sus ahorros en aquel Mac. Un Macintosh 512, sin disco duro -no se había "inventado" aún- que aún conservo.

Vinieron después muchos años, cambié de profesión. Abandoné mi condición de funcionario del Ministerio de Educación, porque quería formar parte de aquello. Me leí el libro de John Sculley, De Pepsi a Apple, y me volví absolutamente loco. Yo quería ser como Steve Jobs. Yo también quería cambiar el mundo.

Y, después de tantos años, ¿sabéis lo que os digo? Que aún me emociono al pensarlo. Mi ilusión por cambiar el mundo no ha cambiado. A Steve Jobs le ha ido un poco mejor que a mí. El lo cambió con el Mac, con Next, con Pixar, con el IPod...

Pero yo también lo cambié con Explorama, El Príncipe Feliz, El traje nuevo del emperador y con La Aventura Educativa.

Ya sé que no sabéis de qué hablo. Pero ese es el espítiru de un blog. Quizá alguien lo sepa.

1 comentario:

Mariano Zurdo dijo...

Como muestra un botón. Así nadie dudará por qué le llamamos el abuelo cebolleta. Empieza con "Soy maestro" y si te descuidas te hace un análisis músico-didáctico de las Vainica Doble. Lo bueno, que casi todo lo que dice es interesante (no digo todo porque siempre hay que dejar un margen de error). Yo me felicito de ser uno de tus nietos.
Firmado Benitez y Encarna (hijos naturales de Pradillo).