Hace tiempo que quiero escribir sobre lo que ha desaparecido, por culpa del soporte en el que se creó. Nadie, excepto las personas que colaboraron, de una u otra manera, se pueden hacer una mínima idea de la cantidad de contenido multimedia creado, redactado, corregido, editado y programado que dejó de existir. No es que no esté on-line, sino que no está. Que ya no existe.
Eso en lo que respecta al material publicado en internet, pero, además, existen otros muchos trabajos publicados en soportes físicos -CD-ROM, principalmente- cuyo contenido nunca veremos, ni escucharemos, ni leeremos, simplemente porque dejó de funcionar en alguna de las versiones del maldito Windows.
Es algo sobre lo que me gustaría reflexionar algún día con más profundidad. Si no somos capaces de almacenar y reproducir lo que creamos, ¿tiene sentido esta evolución tecnológica? ¿Alguien puede garantizarnos que lo que escribimos podremos leerlo bajo Windows 2.100? No. Pero sí parece más claro que esto del papel -o, algún día, material sintético que lo sustituya-, es un sistema más perdurable. Al fin y al cabo, el que crea algo, por insignificante que parezca, producirá emociones pasados algunos años.
Los bits no. Los bits no producen emociones, porque desaparecen por culpa de la supuesta evolución de la tecnología. Aquella película de papá, en la nieve, con la cámara de Superocho comprada en Decomisos, dejó de funcionar. Y nunca se pasó a Beta. Y tampoco a VHS. Y tampoco a DVD. Una gran oportunidad de enseñar a los niños lo que era la nieve. Porque entonces caía del cielo, no de los cañones artifciales.
9 de enero de 2007
Los libros permanecen, los bits desaparecen
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4 comentarios:
¿A dónde irán los besos que guardamos, que no damos?
Dónde se va ese abrazo si no llegas nunca a darlo.
Dónde irán tantas cosas que juramos un verano, bailando con la orquesta, prometimos no olvidarnos.
¡Anda coño! ¿Es por eso la afición de los dictadores de hacer piras con libros para evitar que la gente piense y la gente lea lo que piensan?
Pues a escribir.
Y a leer.
No os digo yo que el otro día hablando de pelis antiguas, no pude dejar una porque yo tengo VHS y todo el mundo tiene DVD...
Yo no sé lo que pasará en el 2.100 ni siquiera si llegaremos porque a este paso... pero el papel es un tatuaje, no se borra nunca y perdura con los años, con más o menos arrugas y yo, particularmente, no confío mucho en la memoria virtual...
Pienso que hay algo hermoso en lo efímero. No quisiera ponerme cursi ni trascendente, pero creo que tiene cierto encanto dejar que los textos se pierdan. Cuando empezamos nuestro blog, un amigo me contó que las entradas se borrarían automáticamente al cabo de los meses. Al principio me dio pena y me planteé copiarlas en word, pero después abandoné esta idea, asumiendo que todo lo que escribiese tendría los días contados.
Me gustaba más así.
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