19 de febrero de 2007

Decomisos

Cuando era pequeño, iba con mi padre a ver las tiendas que había en la calle Arenal. Era un edificio antiguo -ya en esa época era antiguo-, lleno de pequeñas tiendas donde se vendían aparatos electrónicos. Los primeros casetes, máquinas fotográficas, proyectores de Super8, tocadiscos, etc. Para los madrileños de entonces, era como la Feria de la Electónica de El Corte Inglés, pero sin feria y sin corte inglés. Era todo japonés. A todo el mundo nos fascinaba la tecnología japonesa. Hacían las cosas muy pequeñas, y sorprendentes. Recuerdo, por ejemplo, una máquina de fotos instantánea (sí, aquellas en las que salía por una ranura un papel que, pasados unos segundos, se convertía en una foto... de calidad discutible).

El argumento de venta era que los artículos que se vendían era de "decomisos". Yo siempre pensé que ese era el nombre del grupo de tiendas. Decomisos. Suena tan raro como Carrefour. Es más, Decomisos suena mejor. Y con la idea de que aquellas tiendas estaban al menos en el borde de lo legal, la gente compraba allí sus artilugios tecnológicos.

La informática aún no existía. Ni Steve Jobs había inventado nada, ni Gates había copiado nada aún. La última tecnología estaba en la calle Arenal, procedente de Japón. O de Canarias, que era el otro destino interesante tecnológicamente hablando.

Así que en mi familia, gracias a la pasión de mi padre, empezamos a coleccionar diapositivas, proyectores de diapositivas, películas de Super8, proyectores de Super8, etc.

Después tuve que pasar aquellas pelis a Beta. Y después a VHS. Y después a DVD. Y ahora a IPod.

Y cuando pienso en todo ello, se me pone cara de estar haciendo el gilipollas.

2 comentarios:

olvidado dijo...

La putada para los que nos gustan los cacharros tecnológicos es que a los dos meses de comprarte algo ya está obsoleto y te mueres de ganas por tener el nuevo. Hace unos meses me pasó con la camara digital, que a las dos semanas salió un nuevo modelo y me jodió un huevo.

Anadja dijo...

Pero eso es lo bonito, ir pasando de su soporte a otro, que la información vaya atravesando fases, pero que nunca se pierda y que siempre sea la misma...
A mi me parece alucinante poder ver en el ipod los viejos vídeos de Super8 de mi abuelo. Seré una ingenua, pero aún me parece magia. Igual que cuando veo pelis mudas recién editadas en dvd en Fnac...
Esto señores, es síntoma de avance.