Con la idea de que sólo los blogs de cocina son los que funcionan —fueron los primeros en aparecer y serán los últimos en extinguirse—, trataré también desde aquí a hablar de eso, es decir, de cocina. Llevo escribiendo en este blog —eso sí, muy de vez cuando— desde hace ocho años, y he sido testigo de algunas (pocas) iniciativas cuyo número de lectores, entre los que me incluyo, ha aumentado de forma muy significativa. Blogs que hablan de cocina.
Para empezar, se debe tener en cuenta que este blog pertenece a la categoría de "blog de maestros". Una categoría, con un creciente número de ejemplos, de maestros que escriben en un blog, aunque los destinatarios a priori sean distintos: otros maestros, futuros maestros, familias de alumnos, alumnos o público en general. De hecho, yo conozco algunos buenos ejemplos. De manera que, aunque trataré de hablar de cocina, lo haré desde la perspectiva de mi trabajo. Uno debería de aprender a cocinar desde pequeño.
Lo que sí aprendemos todos muy pronto, los que no sabemos cocinar y los que sí saben, es a sumar a nuestro paladar nuevas experiencias, o a recordar y repetir —a veces, machaconamente— experiencias que ya conocemos, y que nunca nos defraudan. Si lo hace tu madre, es jugar a ganador. En tu cabeza, de forma inconsciente, porque tú no estás interesado en ello, se está cociendo el concepto "bonito con tomate". A los veinte años, el concepto está tan arraigado, que forma parte de tu propio ser. Tú estás hecho, entre otras cosas, de bonito con tomate. Eres así, para lo bueno y para lo malo, porque no has parado de comer bonito-con-tomate-de tu-madre desde que ponían a Los payasos de la tele. Y ya han pasado unos añitos.
Poder ofrecer, gratuitamente, la formación necesaria —la educación necesaria— para tratar de aprender tú a hacerlo, es un acto de solidaridad, de ganas de compartir. Aunque yo creo que eso es muy difícil. Lo más normal es que una receta cuyo título rece "Bonito con tomate" sea algo que nada tenga que ver con tu bonito con tomate. Porque es tuyo, no lo sabes hacer, pero sabes identificarlo. Podrían hacerte una prueba con los ojos vendados, como aquella de Pepsi y Coca-Cola, y podrías distinguirlo perfectamente, aunque tu madre compitiera con los mejores cocineros españoles. Y lo más divertido del caso es que cada uno de nosotros, todos, tenemos grabado el concepto, aunque en vez de bonito con tomate sea pisto, tortilla de patatas o croquetas de la yaya.
El método de acierto y error es un método antiquísimo pero infalible. Pero para que haya aciertos, debe haber errores, si no hay errores, es prácticamente imposible. Después de varios intentos, este verano he vuelto a comer, porque lo hace mi chica, bonito con tomate. Impresionante.
14 de agosto de 2014
Bonito con tomate
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