11 de febrero de 2009

Los ejes de mi carreta, milonga.

Esta es una historia de hace muchos, muchísimos años. Para que os hagáis una idea, aún no había radio, ni televisión, ni nada. Atahualpa -sí, ya sé lo que pensáis, que es un nombre muy raro, pero a él cualquier nombre de nuestra clase también le parecería raro-, era un carretero. Un señor que se dedicaba a ir de pueblo en pueblo, con su carreta tirada por una mula. En el país donde vivía los pueblos estaban muy lejos, así que Atahualpa tardaba mucho tiempo en llegar a cada sitio. Algunas veces, incluso, tenía que parar la carreta bajo algún árbol, desenganchar a la mula y dormir hasta que amaneciera. Su vida era muy triste y solitaria; pasaba mucho tiempo sin hablar con nadie, porque en aquella época muy poca gente viajaba. Iba siempre al paso que su mula quería; nunca, en toda su vida, se le ocurrió fustigar a la mula para que apretara el paso. Siempre pensó como aquel proverbio africano: "Los blancos tienen relojes, pero nunca tienen tiempo". Él no tenía nada, ni reloj, ni dinero, ni siquiera amigos; lo único que tenía era tiempo.

Iba tan despacio, que tardaba más de un año en recorrer toda la región. Cuando, después de tanto tiempo, volvía a aparecer por algún pueblo, los habitantes lo reconocían rápidamente. Sabían que había llegado aquel triste carretero, y ni siquiera necesitaban asomarse a las ventanas para comprobarlo. Como en aquella época no había casi ningún ruido -no había motos, ni coches, ni ambulancias...- y los ejes de la carreta de Atahualpa chirriaban sin parar, los habitantes oían aquel ruido antes de que Atahualpa llegara a la plaza. Todo el mundo le decía que engrasara los ejes, pero no porque les molestara el ruido -al fin y al cabo, era sólo un ruido que escuchaban una vez al año-, sino porque pensaban que a él sí tenía que molestarle. La carreta tenía cuatro ruedas con radios de madera, unidos por una barra de hierro: los ejes. Después de tantos años, en los coches modernos se siguen llamando así, pero, claro, ya no hace falta engrasarlos para que no hagan ruido. El caso es que Atahualpa, que después de tanto tiempo estando solo ya no le apetecía decir nada, se preguntaba por qué la gente decía de él que era un descuidado, un desidioso, un "abandonao". Sin conocerle apenas, todo el mundo pensaba eso de él, y todo porque no engrasaba los ejes. Nadie supo nunca, nadie, que Atahualpa tenía una herida en el corazón, que nunca cicatrizó.

Dicen que en la pampa argentina, algunas noches de luna llena, si te quedas parado en alguna piedra de un cierto camino solitario, aún puedes escuchar a Atahualpa explicando, con todo detalle, por qué no engrasaba los ejes.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

La primera vez que oí esta canción, fué como hace 30 años, en un casette de mi padre e interpretada por los Hermanos Calatrava; claro que era en tono de humor, cambiando algunas palabras, aunque con el mismo significado. Desde entonces siempre me he acordado de ella, y me ha encantado oir el original, que por cierto tiene muchísimo más sentido.

Rodros dijo...

No la había escuchado nunca. Gracias.

Cuando leí tu post por primera vez en el reader (ahí no aparece la canción), me acordé de una cosa relacionada con el silencio que me impactó mucho cuando la estudié en la carrera. Al oído humano no le gusta el silencio. Le resulta extraño e incómodo. En las conversaciones telefónicas, sobretodo con supresores de eco, la comunicación en un sentido se corta cuando uno no habla. Para que el emisor no se sienta incómodo mientras habla, porque no está escuchando nada, en los canales telefónicos se inyecta un ruido "blanco" (a todas las frecuencias en el rango). El zumbido que se oye en el teléfono no es inherente a él ni muestra de mala calidad. Está ahí simplemente para que no nos sintamos solos.

Anónimo dijo...

Conozco a una persona muy grande. Alto de estatura y de sentimientos. Cómico con los amigos y con, afortunadamente, la vida. Guapo por fuera y por dentro guapísimo. Tierno como una nube blanca, fuerte y brillante como una estrella. Capacitado para transmitir y transmisor de capacidades. Soñador, idealista, poeta, creativo, amante de palabras y sonidos, compañeo, aliado, amigo, querido y muy querido... Y más, mucho mas... TU. Eres TU. Feliz cumple!!!.Un abrazo grande. Esther.-

Mariano Zurdo dijo...

Hacía mucho que no escuchaba esta canción y me encanta, así que muchas gracias.

Y, joder, felicidades. Sé que cumplimos años los dos con una diferencia de semanas, pero soy incapaz de retener las fechas de cumpleaños.
besitos/azos.

Anónimo dijo...

Mi padre escuchaba a Atahualpa y recuerdo sus canciones rasgadas con la aguja para vinilos -casi recuerdo más lo segundo-...
No te he podido felicitar hoy porque no he estado, pero felicidades desde aquí...
Y qué hermosa la felicitación de Esther. Yo quiero amigos así (tanto amor).
La torpe sin id-sigo anónima-

esther dijo...

Se te echa de menos, querido primo...