20 de abril de 2012

Salimos en la tele

Aunque lo nuestro es salir en internet.



(gracias a David por el vídeo)

18 de abril de 2012

Al que cierne y masa de todo le pasa

Pasado mañana, viernes, examen de Lengua. Unidad 11. Los refranes, las frases hechas. 
Esta mañana Óscar y yo, mano a mano, explicando (quizá debería decir tratando de explicar) el significado de "Haz el bien y no mires con quien", o "No hay mal que por bien no venga". Difícil.

Como no sé si al final lo habéis entendido, he pensado que os voy a contar aquí una historia. Así, de paso, tenéis algo para leer (aunque no soy tan bueno escribiendo como Roald Dahl).

Hace varios años, yo aún no había vuelto a trabajar de maestro; trabajaba haciendo programas de ordenador. Un día, volvía de Almería de hacer una demo (una demostración del programa) a unos posibles clientes y cuando el avión aterrizó en Barajas, cogí un autobús hacia Zaragoza. Era un viernes por la tarde, y yo quería ir a Zaragoza a ver a Ache, que aún vivía allí.

Después de más de tres horas de autobús, llegamos a Zaragoza. Me bajé del autobús, y me encaminé al maletero a recoger mi equipaje. Llevaba una pequeña mochila con ropa para el fin de semana, el ordenador portátil de la empresa y un videoproyector portátil (un aparato como el que teníamos antes colgado en el techo de la clase, pero mucho más pequeño). Cogí la mochila, pero... las bolsas del ordenador y del videoproyector no estaban. Me di cuenta enseguida de que me las habían robado en Madrid, justo antes de que el autobús se pusiera en marcha.

Enormemente preocupado, le dije a Ache que teníamos que ir a la comisaría de policía a denunciar el robo. Una vez allí, un amable policía iba escribiendo en una máquina de escribir todo lo que me había sucedido (no lo escribía en un ordenador, era una máquina que no se enchufaba a la electricidad, recordadme que os enseñe mañana alguna en el google). Cuando terminé de explicar a aquel señor a qué me dedicaba, y por qué llevaba conmigo el ordenador y el videoproyector, me miró dulcemente y me dijo:

— Al que cierne y masa de todo le pasa.

Yo miré a Ache, sentada a mi lado. Era como si alguien me acabara de hablar en alemán. Ella miró al policía, y comprendiendo perfectamente la situación, le dijo:

— Disculpe, es que él es de Madrid.

Y después, mirándome a mí, mientras el policía escuchaba, Ache me explicó el significado de aquella frase hecha.

— Quiere decir que ha sido un accidente. A la gente que trabaja le puede pasar. No te preocupes, porque tú estabas cumpliendo con tu labor.

Todo eso quiso decir aquel policía aragonés, con solo una frase. Para eso sirven las frases hechas, para explicar cosas muy complicadas con pocas palabras. Desde entonces, esa frase se me quedó grabada en la memoria para siempre.


13 de abril de 2012

Ser famoso

Aunque no os lo creáis, todo el rollo que soltaré ahora no tiene nada que ver con la televisión basura. Tiene que ver con mi trabajo, y con internet. De eso ha ido siempre este blog.

En alguna ocasión (desde luego, en más de una) he pedido aquí por favor ayuda para mis alumnos, los periodistas de El Correo de Rozas de Puerto Real. Vosotros, quiero decir, los lectores asiduos que no sois ni padres de mis alumnos, ni padres de mis ex-alumnos, ni alumnos, ni ex-alumnos, ni familiares, ni amigos, es decir, vosotros, queridos lectores, si es que existís, sabéis que cuando se os puede ver (es decir, cuando se os puede leer) es cuando se produce la verdadera satisfacción.

Pero, una vez más, nos sentimos solos. Creemos en nosotros mismos, o por lo menos lo intentamos. Siempre existe la posibilidad, aunque sea remota, de que haya un único lector, y que ese lector le diga a un amigo que conoce a un tío que es maestro en un pueblo que escribe en internet, y que ese se lo diga a otro. Los escritores sólo existimos si hay lectores, porque no sólo escribimos para no olvidar. También escribimos para que nos lean, cuanta más gente, mejor.

Un alumno del periódico (no pongo el link aquí porque creo que es mejor que hagáis el esfuerzo y leáis todos los artículos), ha escrito un artículo detallando con toda exactitud quienes somos los "comentaristas". La palabra, como tiene que ser, la ha usado el autor del artículo con toda propiedad. De comentarios, comentaristas (a ver quien dice lo contrario). Y somos cuatro gatos. Eso sí, nos gusta hacerlo, nadie nos obliga.

La utilidad, el objetivo, el fin, la meta, la aportación didáctica de usar la idea de un blog para animar a escribir (es decir, a leer) a un niño de Primaria, era que sintiera el placer de escribir, porque uno aprende mucho mejor si disfruta aprendiendo. (Por poner un ejemplo, cuando aprendí a programar en Hypercard, aquel programa de Bill Atkinson). Si eres maestro, y tienes una herramienta así, es como darle una motosierra a un leñador con hacha. Por eso lo hice por primera vez, y por eso lo seguimos haciendo.

No lo hacemos por vosotros, queridos lectores. No lo hacemos por ser famosos. Lo hacemos porque nos gusta.

No obstante, si tenéis un ratito...

11 de abril de 2012

Para Águeda

Seguro que os enteráis antes aquí, pero de todas maneras, os lo digo yo: Águeda está mucho mejor, aunque aún permanece en el hospital con su madre. He hablado con ellas esta mañana, y están las dos bien. Como la echamos de menos, he pensado que quizá pueda leer esto desde algún móvil (tengo que adaptarme a los nuevos formatos). Va por ti. Y por todos lo que, como nosotros, estamos operados de apendicitis.

Hacer el ridículo


¿Qué es hacer el ridículo? En vez de explicarlo, es mejor contar una historia. Una historia de las muchas que yo podría contar cuando hice el ridículo.

Era la primera (y única vez en mi vida) que iba a volar en primera clase. Y además a San Francisco, a un congreso al que acudíamos el director general de Anaya y yo.
Primero estuve un ratito esperando en un restaurante precioso con magníficos sofás y taburetes mullidos. Había bandejas llenas de bollos de todo tipo: donuts, donuts de chocolate, pepitos de crema, pepitos de chocolate, palmeras, palmeras de chocolate... Y podías coger todo lo quisieras, porque era un restaurante self-service, que significa "sírvete tú mismo". Una agradable música acompañaba aquel ambiente. Un ambiente magnífico.

Al rato, una azafata nos pidió por favor que la acompañáramos al avión. Por supuesto, nuestras maletas fueron transportadas también al avión, pero por alguien a quien ni siquiera vimos.

Nada más entrar por la puerta de aquel avión, un Boeing 747, otra azafata muy amable nos indicó que subiéramos por las escaleras. Nunca en mi vida había visto un avión que tuviera escaleras por dentro. Ni siquiera sabía que existían aviones así. Una vez en el piso de arriba del avión, me indicaron mi asiento. Eso no era un asiento. El sofá de mi casa, donde nos sentamos Ache y yo, es casi más pequeño que aquel asiento. Además, tenía dos enormes brazos a los lados, para poner el walkman o lo que quisieras. ¿Cómo? ¿No sabes lo que es el walkman? Es como un emepetres, pero antiguo. Bueno, el caso es que me siento, y al poco rato se escucha por los altavoces:

- Señoras y señores, bienvenidos al vuelo 26789 de TWA con destino Nueva York (primero fuimos a Nueva York, y desde allí a San Francisco). Antes de despegar, serviremos un aperitivo de bienvenida.

Yo pensé: "genial, porque tengo hambre". Mientras miraba distraído por la ventanilla, vi que otra azafata, vestida como una maitre de restaurante de lujo, caminaba con una enorme olla de plata en las manos. De aquella olla salía humo, de forma que pensé: "eso está caliente. Será un pincho de algo caliente". La azafata sacó algo de aquella olla, usando lo que me pareció que eran unas pinzas de cocina (como las pinzas que hay en algunas casas para servir los espaguetis) y se lo ofreció al señor que estaba a mi derecha. Afortunadamente, yo iba en segundo lugar en la fila de asientos. Justo cuando estaba a punto de abrir la boca para coger aquel pincho y comérmelo, vi por el rabillo del ojo que el señor lo cogía, lo desplegaba... y se limpiaba las manos. Era un trapito. Un trapito caliente para limpiarse las manos. Y no me lo metí en la boca por sólo un segundo. Creo que me lo habría tragado.

Tu profe.